Santiago de Cuba se
inclinó anoche ante
Alicia Alonso y se conmovió con “Giselle”
Texto y fotos: M.Sc.
Miguel A. Gaínza Chacón
Santiago de Cuba,
julio 19.- Ciento setenta y cuatro años después de su
estreno en París, anoche Giselle o las Willis, obra cumbre del romanticismo,
conmovió a unos 2 000 santiagueros reunidos en el Teatro Heredia, quienes
disfrutaron durante aproximadamente dos horas, de la excelencia del Ballet
Nacional de Cuba y de la versión coreográfica de Alicia Alonso.
Como mismo se han rendido los públicos
ante las versiones de “Giselle” en los teatros principales de París, la antigua
Leningrado (hoy San Petersburgo), Moscú, Londres, Estocolmo, Nueva York, La
Habana, Stuttgart…, le ocurrió al que asistió al “Heredia”, a la primera de dos
funciones que la compañía cubana ofrece
aquí para unirse a las celebraciones por el medio milenio de la villa.

El mérito supremo de Alicia Ernestina
de la Caridad del Cobre Martínez de Hoyo (Alicia Alonso) descansa no solo en que
a partir de hacer por primera vez el personaje de Giselle en 1943 en el Metropolitan de Nueva York “se hizo
irremplazable” sino en su versión coreográfica, que proyectó al BNC a planos
mundiales, y en haber trasmitido a las bailarinas y los bailarines cubanos, la
enorme carga sentimental contenida en la obra.
Eso se demostró anoche en el “Heredia” en los roles
protagonistas de los primeros bailarines Anette Delgado y Sadaise
Arencibia como Giselle, Dani Hernández y Alfredo Ibáñez en el papel de
Albrecht, Estheysis Menéndez y Dayesi Torriente como Myrtha, reina de las Willis,
y Ernesto Díaz en el Hilarion, todos respaldados por solistas y el cuerpo de
baile de la compañía.
En el programa de la velada se explica que la versión
coreográfica y la interpretación personal del ballet Giselle, por Alicia
Alonso, recibieron en 1966 el Grand Prix de la Ville de Paris; y que en 1972,
fue incorporada a la Ópera de París.

“Aparece éste para encontrarse con
Giselle tras haber ocultado su espada en el bosque y alejado a su escudero. La
joven sale de casa y acepta el tierno galanteo de Loys, que jura amarla para
confortarla de la negativa de una margarita que ella había deshojado. Hilarion
declara más tarde su amor a Giselle, pero ella lo rechaza y éste jura venganza.
“Dan comienzo las fiestas campesinas
de la vendimia, a las que Giselle se une con entusiasmo no sin el temor de su
madre, pues desde niña había tenido una salud muy débil. Mientras esta danza
tiene lugar, su madre cuenta cómo jóvenes muertas antes de casarse se
convierten en Willis, blancos fantasmas que vagan por los bosques al claro de
la luna. Se interrumpen las fiestas para acoger al príncipe de Curlandia y a su
hija Bathilde, que llegan de regreso de una cacería con su séquito. Giselle
danza para la princesa, que le da un collar y vuelve a partir con los suyos,
reanudándose la fiesta campesina. Al llegar Albrecht, Hilarion lo desenmascara
mostrando la espada que ha encontrado escondida en el bosque, y llama de nuevo
con el sonido del cuerno a los nobles cazadores y a la princesa Bathilde,
prometida de Albrecht. Éste, con fingida desenvoltura y justificándose como
simple deseoso de distracción entre las danzas campesinas, toma a Bathilde del
brazo y se la lleva, sin cuidarse de Giselle. Giselle, al comprender el engaño,
cae en la locura y delira iniciando pasos de danza entre los consternados
presentes, para finalmente morir en brazos de su madre ante un Albrecht atónito
y desesperado.”
En el segundo acto “a medianoche,
en las proximidades de la tumba de Giselle, se entrevé a Hilarion que pasa
entre los árboles que lo rodean. Aparece entonces Myrtha, reina de las Willis,
que invoca a su corte de fantasmas femeninos para recoger, danzando, a su nueva
compañera, Giselle, que tras inclinarse ante la reina, se une a la espectral
danza que mantienen sus compañeras. Se oyen unos pasos y las Willis se
desvanecen: es Albrecht, que viene a esparcir lirios sobre la tumba de la
muchacha amada. Se le aparece la imagen de Giselle, y él, alucinado, la sigue
por entre los árboles. Entra Hilarion y es rodeado inmediatamente por las
Willis, que lo obligan a danzar hasta la muerte. Al retorno de Albrecht, Myrtha
lo condena a sufrir la misma suerte que habían sufrido todos aquellos que caen
bajo el poder de las Willis, pero Giselle lo protege junto a la cruz implorando
en vano a la gélida reina. Condenado a bailar hasta el extremo, Giselle lo
sostiene con amor desesperado hasta que las primeras luces del alba imponen la
retirada de los espectros. Giselle tras no haber sucumbido ante los
sentimientos de venganza (lo cual identifica a las Willis) es liberada de vivir
en las sombras y retorna a su tumba para descansar en paz después de haber
encaminado a su amado hacia la luz y la vida.”
Historia tan bella tuvo un complemento excepcional en la escenografía: un bosque por momentos festivo, resplandeciente; luego en penumbras, quejumbroso… “Giselle” vino a confirmar, una vez más, que en Santiago de Cuba el ballet clásico tiene una fortaleza, y tanto Alicia Alonso como Pedro Simón, director del Museo de la Danza coincidieron al afirmar que en Cuba, para el ballet y fuera de La Habana, ninguna instalación supera al “Heredia”.
La ciudad, entonces, reverenció a la Prima Ballerina Assoluta; a la Dra. Honoris Causa por la Universidad de La Habana en 1973, a la ganadora de infinidad de premios y condecoraciones; y en nombre del pueblo y los artistas santiagueros le rindió homenaje.
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Alicia recibe flores y la Llave de la Ciudad |
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