sábado, 29 de noviembre de 2014

La sabiduría de Ramón Cisneros Jústiz la compartió con todos

La “Estampa” de Santiago de Cuba
búsquela en Ramón Cisneros Jústiz 

M.Sc. Miguel A. Gaínza Chacón

Ninguna historia sobre el universo periodístico de la ciudad de Santiago de Cuba comprendido desde los años 40 hasta el final del siglo XX, puede ser escrita si faltaran tres nombres con sus especialidades: Rolando Castillo Montoya, maestro del reportaje y la crónica; Luis Arias Verdecia, en la fotografía periodística; y para mostrar la ciudad folclórica, bullanguera, carnavalesca y trovadoresca, nadie mejor que el entrañable Ramón Cisneros Jústiz. 
Cuando a un periodista novel se le ocurrió  calificar por primera vez al Carnaval Santiaguero como el “Rumbón Mayor”, quizás impresionado por la magnitud del festejo más popular de Cuba, el viejo Cisneros lo esperó aquella mañana en la entrada del periódico ubicado para ese momento en la calle Santa Lucía, casi esquina a San Félix:
“Oye, chico, qué es eso de Rumbón. Esa palabra no existe. Eso es un error. No vuelvas a poner eso, muchacho.”
La audacia del redactor novel tuvo dos resultados:
El primero: reconoció  la veracidad del señalamiento, mucho más cuando este partía de Ramón Cisneros Jústiz, toda una cátedra en esos temas de bohemios trovadores y de fiestas y costumbres santiagueras.
El segundo: La recriminación bastaba para desalentar a cualquiera, pero el aprendiz al percatarse de que el término Rumbón gustó tanto entre los santiagueros lo siguió utilizando hasta quedar para repetirse hasta la saciedad entre el pueblo, especialmente cuando llega julio y hasta el Sol y la lluvia en esta ciudad multicolor y musical, tienen el sabor de la fiesta más abarcadora de Cuba.
Además, en una muestra de esa altura de hombre que siempre tuvo el viejo Cisneros, solo hizo la observación al joven periodista, y en la Redacción nunca se enteraron. Entonces el calificativo, pintoresco como el propio Carnaval, entronizó la fiesta, aunque cada vez que lo utiliza, el redactor se acuerda de la imagen benévola de Cisneros Jústiz.
Y en verdad, para quienes conocieron a Ramón es difícil olvidar sus pláticas. Era una enciclopedia sobre la trova y un avezado en las narraciones costumbristas de Santiago de Cuba.
Conocía “el santo y seña” de la Casa de la Trova Pepe Sánchez y a casi todas aquellas luminarias que ya no están. Cisneros iba siempre a ese “santuario de la música tradicional” en la calle Heredia para nutrir más y más su anecdotario, o sencillamente a compartir historias de compositores panaderos, guitarristas tabaqueros, y para saborear el trago obligado, porque “la trova sin trago se traba”.
Trabajó en el periódico Sierra Maestra pero él no fue de los primeros porque luego de sus incursiones en las páginas de varios rotativos y revistas antes del triunfo de la Revolución, comienza a laborar en la Revista Combatiente, órgano del Ejército Oriental. Pero cada domingo publicaba en el “Sierra Maestra” la sección “Estampas” sobre personajes y hechos típicos de la ciudad, siempre con caricaturas de Falcón.
¿Qué le permitía a Cisneros Jústiz escribir un espacio así, con miles de lectores todas las semanas? Las vivencias en Arroyo Casabe, donde nació el 20 de febrero de 1911… la misma zona de célebres cantores y de la histórica Granjita en Siboney; las enseñanzas de Ramón y Manuela, sus padres, y ese afán insaciable por la lectura, que superó incluso el cuarto grado en la escuelita pública en Santiago de Cuba, los estragos del paludismo, el aprendizaje de platero para ayudar a la familia…
“Siempre la lectura, por encima de todo”, dijo la maestra y coreógrafa Tania Bell, hijastra y biógrafa de Cisneros. 
Proletario al fin, Ramón se afilia a la Liga Juvenil Comunista, luego al Partido Socialista Popular; y mantiene la auto preparación y la afición por el periodismo, materializado en las páginas de “Hoy”, mientras hacía de platero, ayudante de carnicería, estibador, auxiliar de marina, pulimentador…
En la Revista Combatiente, el periódico Sierra Maestra (Estampas), la emisora CMKC Radio Revolución (Del Viejo Santiago) y en Tele Turquino (Santiaguerías) Cisneros Jústiz volcó buena parte de su intelecto y conocimiento de “periodista, investigador musical e historiador” como lo calificara el musicógrafo Lino Betancourt Molina en su libro “La trova en Santiago de Cuba”.
Sumaba a lo precedente su verbo fluido, exacto, muy bien expresado. No escondía –reconoce Tania Bell-- su gratitud por el profesor Francisco Ibarra, por los periodistas Selva Yero y Manet Calzadilla; por el folclorista Ramón Martínez y el intelectual Joel James Figarola.
Esa personalidad causaba admiración en quienes le conocían. Cuando irrumpía en la Casa de la Trova todos querían saludarlo y escuchar sus relatos que compiló en el libro “El Pequeño Managüí”.
Y si algo descolló en esta personalidad santiaguera fue su carácter. Está por encontrarse quien lo vio alguna vez enfadado. Ni en las peores circunstancias.
Una lista de condecoraciones y distinciones avalan el actuar de Ramón Cisneros Jústiz: la “Félix Elmuza”, de la UPEC; la Placa de Reconocimiento José María Heredia, la “Raúl Gómez García”, del Sindicato Nacional de Trabajadores de Cultura; las medallas de Alfabetizador, de la Lucha Clandestina, XX Aniversario de la Revolución, la de Combatiente, las de los aniversarios del “Sierra Maestra”…  He aquí una vida y una obra dignas: la primera se detuvo a los 86 años, el 12 de abril de 1997; de la segunda, aún queda mucho por decir. 



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