viernes, 16 de mayo de 2014

Al habla con Idalberto Bandera, maestro del folclor



“Soñar primero… luego, poner a danzar a la 
realidad”, dice el maestro Idalberto Bandera Sidó

M.Sc. Miguel A. Gaínza Chacón

Santiago de Cuba, mayo 16.- Idalberto pudo ser un hombre vinculado al mar, o la industria, o al magisterio… o ser compositor de canciones. Excepto en lo último, para todo lo demás se preparó, estuvo horas en aulas y en adiestramientos y ejerció. Pero siempre él buscaba un resquicio en el tiempo, para dedicarlo a su sueño: la percusión y el baile. 
En aquellos colectivos juveniles y luego laborales, era uno de los más emprendedores a la hora de organizar festejos, aniversarios…
Y quizás sin percatarse se fue inclinando más y más por lo artístico.  
Así, Idalberto Bandera Sidó ha llegado a ser una personalidad en el universo de la danza, aquí, en el resto del país, y el ámbito internacional.
“En 1976 yo incursionaba en la composición, me gustaba escribir canciones. Me encontré con Bucú Yeyé y me dice: ‘Yo te he visto haciendo cosas. Tú tienes condiciones y están buscando bailarines en la brigada 1 del Conjunto Folclórico de Oriente. Tú te presentas, te hacen las pruebas y a lo mejor…’
“Fui al salón de ensayos, miré bien y me decidí: aprobé cada cosa que me marcaron. Por supuesto, sin toda la técnica requerida, pero a partir de ese momento formé parte de la Brigada No. 1 que luego dio lugar al Ballet Folclórico Cutumba, en el cual llevo 38 años, de estos los 15 últimos como director.
“Claro, yo cumplí un orden: primer bailarín; después, profesor principal de la Compañía, coreógrafo, y así hasta que en 1999 fui elegido por el grupo para estar al frente.”
Sobre la preparación, explica que a partir de 1976, cuando empieza a hacer trabajos como solista, también comenzó a investigar, y todo esto unido lo ayudó mucho a convertirse en un verdadero bailarín profesional y a obtener resultados cada vez más crecientes en su vida artística.
“Puse tanto empeño en mi labor, que estoy seguro de que influyó… mejor: determinó que la gente me seleccionara para dirigir la Compañía.”
CON LA DANZA EN LA SANGRE
Idalberto nació en Santiago de Cuba, en el reparto Veguita de Galo, un sitio que a lo largo del tiempo ha sido cuna de buenos bailarines y buenos tocadores. Pasó la familia por otros lugares de la ciudad hasta que el triunfo de la Revolución la encuentra en calle 4 del reparto Mariana de la Torre.
Va a estudiar a La Habana, luego lo hace en Matanzas, en la Escuela Victoria de Girón, donde se hace tecnólogo de pesca. ¿Qué ocurrió con el arte? Sencillo: en el tiempo libre, o en la más mínima oportunidad, él da rienda suelta a la creación danzaria, o improvisa con la tumba, o monta pequeñas escenas dramáticas, o canta…
Lógicamente, el arte fue llenando todos los espacios de la existencia del muchacho, que para coincidencia es descendiente del célebre trovador santiaguero Pepe Bandera. Y sí que es cosa de familia, porque el hijo mayor de Idalberto le ha seguido los pasos y canta, baila, y tiene varios temas que se mueven en el universo sonoro internacional.
Recuerda Idalberto su versatilidad: practicó también lucha libre, algo que lo mantuvo en forma para enfrentar luego las exigencias de una danza tan dinámica como el baile folclórico.
La refinería de petróleo de Santiago de Cuba acoge al muchacho en un nuevo empeño en su vida: hacerse mecánico. Pero nunca deja la danza. Después se enrola en un curso intensivo para maestros de la enseñanza industrial, en Villena 2, algo así como maestro emergente. Y ejerce como maestro de geografía y de historia en la termoeléctrica 10 de Octubre, en Nuevitas.
A los tres años determinó no seguir en Educación y retorna a Santiago de Cuba. Pero jamás deja de trabajar, por eso llega a la Molinera Frank País, en el almacén central; luego se especializa en molinación y se hace cilindrero, que es quien determina si la harina en más fina o menos fina.
Aun y todo ese accionar, nunca se separa de la danza. Y para cumplir con ambas tareas: la molinera y la danza, tiene que esforzarse mucho y dedicarle tiempo extra a una y a otra tarea. Sus jefes se percatan de la inclinación artística y no tienen reparo en señalarle cuando le extendían alguna carta de liberación para presentaciones artística, giras nacionales, giras al extranjero: ‘Eso es lo tuyo, compadre. Acaba de cambiar’.
Así llega el año 1976 y el momento crucial de definirse y lo hace por la Compañía, a petición del director del grupo, que en ese momento era Milán Galí, y también con el apoyo del director de la Molinera.
Revela el mentor del Cutumba que aún hace cosas en la composición musical. Recuerda con cariño un tema: Esa mujer, que está en el repertorio de su hijo. Y tiene otras.
“Pero cuando entro de lleno en el mundo de la danza me aparto un poco de la composición. Me dedico a la investigación que requiere tiempo, estudio, si en verdad Ud. quiere hacer una buena coreografía.”
Nada de lo ocurrido en la vida profesional de Idalberto Bandera lo hace olvidar su etapa de niño, cuando el padre lo llevaba a calle 2, esquina Trocha (la avenida más popular del Carnaval Santiaguero), donde hacían “piquetes” de rumba.
“Cuando él regresaba del trabajo, enseguida iba para allí con varios amigos, y siempre me llevaba. Era frente a una barbería. A ese espacio yo iba cauteloso, hasta con pena. Y miraba mucho a toda aquella gente tocando y bailando. Y mi papá me ponía a bailar delante de sus amigos: ‘Arriba, Yin –mi padre me decía así— arriba’ Y era que yo traía la danza en la sangre. Aunque reconozco que Santiago de Cuba lo ha sido casi todo para mí; he estudiado fuera de aquí, he logrado triunfos en otras provincias, pero siempre regreso porque Santiago representa mi cultura; en todo lo que hago: como camino, como hablo… está Santiago de Cuba.”
No dejó al margen a la familia: a las madre, siempre atenta a su devenir; al hijo, también sobre los escenarios en Europa; a la hija, jurista; a la esposa: Odalys García Martínez, una gente insuperable, según el criterio del propio Bandera.
Así ha transcurrido el tiempo. Idalberto sigue inmerso en el mundo de la danza folclórica, en el que es toda una personalidad de la cultura. Su esfuerzo no ha sido en vano, pues ha recibido numerosos reconocimientos y premios. Pero, ¿qué se requiere para lograr un buen montaje coreográfico?
“Soñar. Primero tú tienes que soñar lo que quieres. Luego viene la investigación, y finalmente debes poner el alma en lo que vas hacer. Es la única manera de que sobre el escenario ocurra lo que soñaste y de que puedas convertir la realidad en danza.”
Quizás así ha ocurrido con “Tríptico Rumbero”, y pasará con “Bembé a Ogún”, ya a punto, y con la emblemática “Saga Loas”, Premio Villanueva, de la Crítica 2004-2005, una obra que situó a Cutumba, a Santiago de Cuba y a Idalberto es lo más alto de la danza folclórica.

Y para materializar tanta idea buena, hace falta un buen equipo. E Idalberto lo tiene y habla de este encomiásticamente:
“Estoy muy contento con quienes trabajan conmigo; con Heriberto Rizo, el productor, que hace muchas cosas a la vez; tengo a Yalina Cardero, en Relaciones Públicas; tengo a alguien que nunca se aparta de mí, no quiere decir que los otros se aparten sino que esta es mi asistente de dirección: Odalys Calzadilla Boisán… y están otros… A todos les agradezco el apoyo, porque no solo me escuchan sino que me dicen y me dan consejos. Y yo los oigo cada vez con más interés, aun siendo algunos muy jóvenes.”
La Compañía Ballet Folclórico Cutumba festeja ahora 55 años de existencia; ha tenido etapas en verdad esplendorosas, tanto en Cuba como en escenarios internacionales. Sobre esto dice Idalberto:
“Los más avezados supieron trasmitir sus enseñanzas a los noveles. Muchos se jubilaron, algunos están viviendo en otros lugares del mundo, y aprovecho para mandarles el saludo más entrañable, pero sembraron sentimientos tan bonitos en el grupo, que hoy tenemos esa combinación de experiencia y juventud talentosa, seguimos con el mismo entusiasmo y estamos en muy buena forma para poner siempre en alto los nombres de Cuba y Cutumba.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario