sábado, 3 de agosto de 2013



DANILO OROZCO… 
UN HIJO ILUSTRE DE LA CIUDAD

M.Sc. Miguel A. Gaínza Chacón

Santiago de Cuba, agosto 2.- He conocido pocas personas, que como Danilo Orozco, lograran armonizar tan magistralmente, el desenfado y el análisis más profundo. Tenía la virtud de hacerse entender lo mismo por un científico que por un neófito, y la conversación sobre el tema más complicado él la transformaba en una tertulia exquisita, que casi siempre terminaba con una sonrisa, los ojos muy abiertos y su sentencia: “Hay que cuidarse de los diablitos”.
Así aprendí a admirar a Danilo por su inteligencia. Pero nunca logré unir su imagen a la que uno usualmente se crea del pensador     circunspecto… digamos, de un Doctor Summa Cum Laude en Ciencias Musicológicas y Filosóficas por la Universidad de Humboldt, en Berlín; además,  profesor titular de la Universidad de las Artes en Cuba, y uno de los más grandes investigadores del son y de la música en general, atributos que él tenía. 
Cuando nuestra amistad, él vivía en el segundo piso de una casa de la calle Heredia, entre Marte y Cuartel de Pardos, en el centro histórico de Santiago de Cuba, apenas a dos cuadras de la Plaza de Marte, un sitio emblemático de la segunda urbe en importancia del país.
Se asomaba primero al balcón y luego tiraba de una cuerda desde lo alto de la escalera, que abría la puerta y daba acceso a los peldaños casi hasta la misma sala.
En esa escalera me crucé un día con un popular cantante. Bajaba el hombre sudoroso. Nos saludamos y cuando llegué arriba, Danilo estaba visiblemente cansado: “No afina, compadre. Pero yo lo voy hacer afinar”. Y lo hizo con creces.
Aquella mañana cumplía algo que me enseñó un maestro cubano de periodistas, Rolando Castillo Montoya, ya fallecido:
“Cuando haya una discusión y tú no tengas el conocimiento necesario, no te metas. Tú escuchas, luego buscas a un especialista y le preguntas, y posteriormente llegas al círculo de la discusión y dices: ‘Eso no es así. Es de esta manera.”
El tema musical “Pedro Navaja” estaba en su apogeo y el intérprete panameño Rubén Blades… dando la hora; por el otro lado, aparecía el salsero Oscar D’León con Dimensión Latina… acabando. Todavía el cantante venezolano no había hecho la “charranada” aquella de venir a Cuba, besar el suelo, ponderar a los cubanos, y cuando regresó y los enemigos de la Revolución Cubana le hicieron presión con los discos y el dinero, comenzar a denigrar la tierra donde lo habían recibido como a un hermano.
El caso es que en una de las habituales tertulias de madrugada en la redacción del periódico santiaguero “Sierra Maestra”, a tres cuadras del Parque Céspedes,  en la calle de Santa Lucía, esquina San Félix, surgió la polémica: ¿Quién es más cantante: Oscar D’León o Rubén Blades?  
Orozco siempre me brindaba café o té, no recuerdo bien. Pero lo hacía con una especie de ceremonia, en la que iba hablando de los atributos de la infusión y de la calidad y belleza del recipiente en que me la servía. Y en medio de aquello, sin introducción, le suelto una mañana:
“¿Quién es más cantante: Oscar D’León o Blades?”
Sin lugar a dudas le había tocado un tema como a él le gustaba: polémico. “Eso no es como tú piensas: este es el mejor y ya. No. Eso se saca así…”
Buscó tiza, y una pizarra que dividió en dos mediante un trazo de arriba hasta abajo. En la parte superior izquierda escribió Blades; en la derecha, D’León. Luego, en el extremo izquierdo, en una columna, puso números hasta el 10, y a cada uno le dio categoría: 1- tesitura, 2- afinación, 3- métrica… Agregó, que cada categoría partiría de 10 puntos. Y empezó a interrogarse y a responderse. A ver, afinación: tantos puntos para Blades; tantos para el venezolano… Y así llegó hasta abajo. Luego sumó los puntos, se viró y concluyó: “Rubén Blades es más cantante que Oscar D’León”.
De más está decir que al mediodía llegué a la Redacción con ínfulas de musicólogo y “demostré” que el mejor era el panameño.
Le sobraban energías a Danilo para irse por la Sierra Maestra de 1975 a 1993, y argumentar “in sito” su “Antología Integral del Son”, obra trascendental sobre las investigaciones de los sones primigenios cubanos. Esta y cualquier otra pesquisa la asumía con la pasión que lo caracterizó.  
Danilo Orozco (Santiago de Cuba, 17 de julio de 1944) desde pequeño se vinculó con la música en el Colegio Juan Bautista Sagarra y en la Primera Iglesia Bautista, donde fundó y dirigió el coro vocal de hombres… Igual ocurría con la guitarra clásica, mediante G. Dufourneau; se mueve también en el círculo de las seis cuerdas en Santiago de Cuba, con E. Dechamps, el presbítero Jorge Catasús, el célebre concertista Manuel Barrueco
En la década del 60, estudia simultáneamente ciencias básicas y filosofía en la Universidad de Oriente; se aplica a él mismo una intensa disciplina autoformativa, todo lo cual lo ayuda a mantenerse por años inmerso en diversas vertientes teóricas, hasta culminar el Doctorado en la “Humboldt”, en Berlín, con su tesis La categoría son como componente de la identidad nacional de Cuba, valorada de manera extraordinaria con el rango de doble doctorado, algo que hizo expresar a un integrante del tribunal:
“… ser oponente del trabajo de Orozco significa primero ser su aprendiz. Y no se aprende sólo por el contenido de la materia como tal sino en especial por el enfoque, la metodología y su aplicación”.
Desde fines de los años 60 del siglo XX enseñó a numerosos músicos-alumnos, figuras destacados luego en Santiago de Cuba, en el resto del país, y en el extranjero; mantuvo Danilo un vínculo intenso de trabajo   profesional con Argeliers León, decano de la musicología cubana moderna, y desde a…, los trabajos, conceptos y tesis del santiaguero son utilizados en publicaciones periódicas, doctorados y libros.
Tanto conocimiento acumulado, lo usa Orozco en salas de conferencias y aulas universitarias de Cuba, Chile; en el Who´s Who in Music, de Inglaterra; en instituciones de arte de España, Colombia, Argentina, Moscú, Cuba, Washington, la UNESCO-PNUD, Casa de las Américas, Checoslovaquia, Francia, Chile, Alemania, Italia, Estados Unidos, Finlandia, Canadá, España, Inglaterra, Venezuela, Brasil… y con ese aval gana en 1974 el Premio Nacional de Musicología Pablo Hernández Balaguer, y produjo en dos volúmenes la trascendental Antología integral del son, muestra del alcance de la labor investigativa de campo, nada usual en la musicología cubana.


El 26 de marzo de 2013, desde La Habana, la noticia inesperada,  demoledora, incomprensible: Murió Danilo. 
El 17 de julio pasado, cuando Orozco hubiese cumplido 69 años,    su viuda, Olga Alemán y uno de sus hijos, Jorge, asistieron a un momento muy especial en el histórico Salón de la Ciudad, frente al Parque Céspedes (antiguo Ayuntamiento), cuando en nombre del pueblo, la Asamblea Municipal del Poder Popular (Alcaldía)  invistió postmortem a Danilo como Hijo Ilustre de Santiago de Cuba, uno de los títulos más prominentes otorgados aquí, que viene a ser algo así como que la calle Enramadas, el parque de la Plaza de Marte, la Universidad de Oriente… en fin, que la ciudad toda se inclina con respeto, ante la memoria de uno de sus buenos hijos, alguien que consagró buena parte de su vida a enaltecer la música cubana, con el son como estandarte.

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