viernes, 6 de septiembre de 2013



A la “escala musical santiaguera” 
ahora le falta un tono mayor

M.Sc. Miguel A. Gaínza Chacón


Santiago de Cuba, sept. 6.- El tiempo se detuvo y se apagó una voz femenina, excepcionalmente portentosa. Y con ella se eclipsó también una simpatía inconmensurable, que no cabía en aquella figura diminuta. El jueves pasado, cuando más gris y calurosa era la tarde, Eva Griñán (26 de octubre de 1946) dejó de existir y con su deceso Santiago de Cuba y Cuba entera perdieron una joya.

“La vida” suena aún en mis oídos, con la melodía de Eva. Silvio estará orgulloso, aunque en verdad la vida le hizo una trastada a esta santiaguera que parecía no conocer límites a la hora de cantar. Como extrañaremos a Eva y esa manera suya, inigualable de expresar la música… cualquier música, en cualquier recinto: la Casa de la Trova, el Parque Céspedes, la “Dolores”, el “Heredia”… todos se llenaban de Eva.

Casi en la víspera del 26 de Julio de este año, cuando en la Avenida de las Américas encendieron las luces para que la imagen del Comandante de la Revolución Juan Almeida irradiara como lo que es: una estrella, allí estuvo Eva Griñán. Fue a cantarle al amigo que siempre la admiró. Luego estuvo en el antiguo Moncada. Ya estaba herida. Su imagen lo decía pero cantó como nunca “porque aunque me sienta muy mal este es mi 26”. Quizás hayan sido las últimas presentaciones oficiales en público. ¿Acaso se estaría despidiendo?

Infinidad de veces ella cantó en celebraciones a las que asistí. Ni en una sola de esas ocasiones dejé de recordar algo que nunca le dije.

A mediados de la década de los setentas visitó Santiago de Cuba una vocalista cubana, también excepcional, y en el “Sierra Maestra” publicamos: “La musicalísima… actuará…”

El maestro Electo Silva, habitualmente muy directo en sus apreciaciones, nos dijo: “Vas a tener que decirle musicalísima también a una morenita que tengo en el coro. Qué manera de cantar bien. Para mí es lo mejor.” Luego conocí a la morenita: era Eva Griñán, quien estuvo en el Orfeón Santiago desde 1967 hasta 1980; llegó con 20 años llena de sueños, varios de estos realizados en medio de un colectivo de excelencia.

Después ella, Aquiles, Guilarte y Pepín Limia integraron “Proposición Cuatro”, de entre los mejores ensambles vocales de Santiago de Cuba, y finalmente se consagró a la trova.

Para cuando se dedicó casi todo el tiempo a lo más tradicional de la canción cubana, ya Eva atesoraba un reconocimiento nacional a su labor artística como cantante, como profesora en el Conservatorio Esteban Salas y como figura multipremiada: 1er. Premio en el Festival Nacional Benny Moré (1980), con “Karina mi noviembre azul”, de Daniel Vázquez; Premio en el Festival Lira de Oro de Bratislava (1980), por la interpretación de un tema en eslovaco; Primer Premio en el Pacho Alonso inmemorial, con “Ofrenda lírica”; Medalla de la Alfabetización; Placa de Reconocimiento José María Heredia.

Aprendió bien el canto en la Escuela Nacional de Arte (ENA), de la mano de profesora rumana Ana Talmaciano, quien fuera integrante de la Ópera de Bucarest; estudió en el Centro de Superación para el Arte y la Cultura, aquí en Santiago de Cuba

Pero ni la trova le hizo olvidar su paso por el Orfeón. De una forma u otra, en sus conversaciones hacía referencia constantemente a esa etapa que le representó conocimiento, experiencia, satisfacciones… Por ejemplo, bajo la dirección de Electo ella ganó premios, grabó discos, hizo espacios en la radio y la TV, se presentó en numerosas salas de concierto del país, y llevó de paseo su arte por Hungría, Polonia, Bulgaria, la antigua URSS, Jamaica, Francia, España, Colombia, Islas Canarias, Barbados, Curazao, Granada… hasta que en 1999 entra a la Casa de la Trova con una idea materializada con creces: ser trovadora y rescatar, principalmente, los temas de su padre, don José Griñán, auténtico compositor y trovador.

Y es de esas raíces de don José que Eva se nutre más, y también de la influencia que le llega de su natal Los Hoyos, San Mateo, San Bartolomé, San Félix…, calles y barrio de cantores.

Todo lo precedente acondiciona artísticamente a quien es 1961 una de las jóvenes santiagueras que va a alfabetizar a Media Luna, en el suroeste de la antigua provincia de Oriente.

De lleno en el arte, la intérprete está lista para compartir escenarios con luminarias del pentagrama: Elena Burke, Lourdes Torres, Elizabeth D’Gracia; graba discos con algunas de ellas y con la Estudiantina Invasora, y junto al excelente guitarrista, el maestro Gabino Jardines, Eva vence un capítulo de su existencia, imborrable en la historia de la trova santiaguera.

No queda al margen su labor en la formación de jóvenes alumnos en teoría e historia de la música en el Conservatorio Esteban Salas y su membresía en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

“Casa de la Trova” y “Pensando en ti”, de 2005, son los dos discos que Eva consagra a la trova. “Pensando…” tiene Flor de venganza, Doble inconciencia, Mariposita de primavera, La rosa oriental, A mi manera, Ya reiré cuando tú llores, Eso no es na’camará, Rompiendo la rutina. La guinda, y Récord de un año, temas de Manuel Corona, Ramón Espígui, Marcelino Guerra, Alberto Villalón, Graciano Gómez, Aniceto Díaz, Eusebio Delfín, y dos canciones que son un homenaje al padre, don José Griñán: Desengaño y Pensando en ti.

Es enorme el vacío que ella deja en la cancionística santiaguera. Se infiere no solo de lo dicho por Electo Silva, sino por lo  expresado el miércoles por Suárez, un antiguo productor de Tele Turquino: “Perdimos la mejor voz de Santiago de Cuba”.

Súmele entonces las apreciaciones siguientes, en ocasión del disco Pensando en ti: “…escuchamos su voz tan redonda, bellamente timbrada, es espectacular e irreproductible porque realmente es única”, Digna Guerra; “La he visto fuera del país representando a Cuba y nos ha sorprendido ver cómo impacta en el público al ver una mujer tan sencilla, tan menudita y con una voz tan potente”, Eliades Ochoa; “Dotada de una de las imponentes y afinadas voces del universo musical cubano, Eva sorprende por la fortaleza insospechada de su hermosa voz… escuchar a Eva en cualquier interpretación… es como evocar el lirismo de una época…”, Kiki Corona.

Sentíamos devoción por Eva Griñán y a veces la insistencia no reparaba en límites a la hora de pedirle canciones; su conversación era franca, con palabras claras; con pedagogía incorporaba los temas más diversos.

Ella era “fácil de convencer”, un término acuñado por esa gloria de la música cubana: José Antonio Méndez, de ahí que en cualquier reunión con Eva se escuchaban su voz formidable y los golpecitos acompasados de sus claves, complemento de las cuerdas del maestro Gabino.

Muchos pueden hablar en términos similares a los anteriores, pero Lino Betancourt Molina, guantanamero-santiaguero, periodista, musicógrafo y profundo conocedor de la trova cubana y santiaguera, es quizás una de las personas que más disfrutó con la voz de Eva, de ahí sus criterios:

“Recordemos su extraordinaria labor como solista en el Orfeón Santiago… desde el que con su poderosa voz levantaba al público cantando aquella sentida melodía de Violeta Parra ‘Gracias a la vida’… Verdadera intérprete pone en función de cualquier canción su timbre único, del más puro metal aúreo…”

Ahora quedan los discos, las grabaciones. Eso alivia un tanto el dolor por una ausencia, aunque haya que reconocer: desde el jueves por la tarde, a la escala musical santiaguera le falta un tono mayor.



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