La “Estampa” de Santiago de Cuba
búsquela en Ramón Cisneros Jústiz
M.Sc. Miguel A. Gaínza Chacón
Ninguna
historia sobre el universo periodístico de la ciudad de Santiago de Cuba
comprendido desde los años 40 hasta el final del siglo XX, puede ser escrita si
faltaran tres nombres con sus especialidades: Rolando Castillo Montoya, maestro
del reportaje y la crónica; Luis Arias Verdecia, en la fotografía periodística;
y para mostrar la ciudad folclórica, bullanguera, carnavalesca y trovadoresca,
nadie mejor que el entrañable Ramón Cisneros Jústiz.
Cuando a un periodista novel se
le ocurrió calificar por primera vez al
Carnaval Santiaguero como el “Rumbón Mayor”, quizás impresionado por la
magnitud del festejo más popular de Cuba, el viejo Cisneros lo esperó aquella
mañana en la entrada del periódico ubicado para ese momento en la calle Santa
Lucía, casi esquina a San Félix:
“Oye, chico,
qué es eso de Rumbón. Esa palabra no existe. Eso es un error. No vuelvas a
poner eso, muchacho.”
La audacia del
redactor novel tuvo dos resultados:
El primero:
reconoció la veracidad del señalamiento,
mucho más cuando este partía de Ramón Cisneros Jústiz, toda una cátedra en esos
temas de bohemios trovadores y de fiestas y costumbres santiagueras.
El segundo: La
recriminación bastaba para desalentar a cualquiera, pero el aprendiz al
percatarse de que el término Rumbón gustó tanto entre los santiagueros lo
siguió utilizando hasta quedar para repetirse hasta la saciedad entre el pueblo,
especialmente cuando llega julio y hasta el Sol y la lluvia en esta ciudad
multicolor y musical, tienen el sabor de la fiesta más abarcadora de Cuba.
Además, en una
muestra de esa altura de hombre que siempre tuvo el viejo Cisneros, solo hizo
la observación al joven periodista, y en la Redacción nunca se enteraron. Entonces
el calificativo, pintoresco como el propio Carnaval, entronizó la fiesta,
aunque cada vez que lo utiliza, el redactor se acuerda de la imagen benévola de
Cisneros Jústiz.
Y en verdad,
para quienes conocieron a Ramón es difícil olvidar sus pláticas. Era una
enciclopedia sobre la trova y un avezado en las narraciones costumbristas de
Santiago de Cuba.
Conocía “el
santo y seña” de la Casa de la Trova Pepe Sánchez y a casi todas aquellas
luminarias que ya no están. Cisneros iba siempre a ese “santuario de la música
tradicional” en la calle Heredia para nutrir más y más su anecdotario, o
sencillamente a compartir historias de compositores panaderos, guitarristas
tabaqueros, y para saborear el trago obligado, porque “la trova sin trago se
traba”.
Trabajó en el
periódico Sierra Maestra pero él no fue de los primeros porque luego de sus
incursiones en las páginas de varios rotativos y revistas antes del triunfo de
la Revolución, comienza a laborar en la Revista Combatiente, órgano del
Ejército Oriental. Pero cada domingo publicaba en el “Sierra Maestra” la
sección “Estampas” sobre personajes y hechos típicos de la ciudad, siempre con
caricaturas de Falcón.
¿Qué le
permitía a Cisneros Jústiz escribir un espacio así, con miles de lectores todas
las semanas? Las vivencias en Arroyo Casabe, donde nació el 20 de febrero de
1911… la misma zona de célebres cantores y de la histórica Granjita en Siboney;
las enseñanzas de Ramón y Manuela, sus padres, y ese afán insaciable por la
lectura, que superó incluso el cuarto grado en la escuelita pública en Santiago
de Cuba, los estragos del paludismo, el aprendizaje de platero para ayudar a la
familia…
“Siempre la
lectura, por encima de todo”, dijo la maestra y coreógrafa Tania Bell, hijastra
y biógrafa de Cisneros.
Proletario al
fin, Ramón se afilia a la Liga Juvenil Comunista, luego al Partido Socialista
Popular; y mantiene la auto preparación y la afición por el periodismo,
materializado en las páginas de “Hoy”, mientras hacía de platero, ayudante de
carnicería, estibador, auxiliar de marina, pulimentador…
En la Revista
Combatiente, el periódico Sierra Maestra (Estampas), la emisora CMKC Radio
Revolución (Del Viejo Santiago) y en Tele Turquino (Santiaguerías) Cisneros
Jústiz volcó buena parte de su intelecto y conocimiento de “periodista,
investigador musical e historiador” como lo calificara el musicógrafo Lino
Betancourt Molina en su libro “La trova en Santiago de Cuba”.
Sumaba a lo
precedente su verbo fluido, exacto, muy bien expresado. No escondía –reconoce
Tania Bell-- su gratitud por el profesor Francisco Ibarra, por los periodistas
Selva Yero y Manet Calzadilla; por el folclorista Ramón Martínez y el
intelectual Joel James Figarola.
Esa
personalidad causaba admiración en quienes le conocían. Cuando irrumpía en la
Casa de la Trova todos querían saludarlo y escuchar sus relatos que compiló en
el libro “El Pequeño Managüí”.
Y si algo
descolló en esta personalidad santiaguera fue su carácter. Está por encontrarse
quien lo vio alguna vez enfadado. Ni en las peores circunstancias.
Una lista de
condecoraciones y distinciones avalan el actuar de Ramón Cisneros Jústiz: la
“Félix Elmuza”, de la UPEC; la Placa de Reconocimiento José María Heredia, la
“Raúl Gómez García”, del Sindicato Nacional de Trabajadores de Cultura; las
medallas de Alfabetizador, de la Lucha Clandestina, XX Aniversario de la
Revolución, la de Combatiente, las de los aniversarios del “Sierra
Maestra”… He aquí una vida y una obra
dignas: la primera se detuvo a los 86 años, el 12 de abril de 1997; de la
segunda, aún queda mucho por decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario