¡JUANITO FORMELL VIVE
EN SU MÚSICA!
M.Sc. Miguel A. Gaínza Chacón
Santiago de Cuba, mayo
2.- Partió hacia la
eternidad la noche del 1. de mayo de 2014… y así, a Cuba se le escapó su
cronista social más acendrado. Pero Juanito Formell hace tiempo que había
alcanzado la categoría de inmortal, pues aun sin estar físicamente, su impronta
queda para siempre entre quienes en su tierra y más allá, lo admiraron por su
humildad, por ser un caballero; por esa modestia que los lauros más encumbrados
no hicieron mella. Y ante todo, porque él seguirá omnipresente en su música.
Formell fue eso: un cronista excepcional. Pero el recato
siempre afloraba: “Yo no soy el primero. Ahí están Ñico, Matamoros, Benny Moré…
que hacían historias de la calle. Yo oigo frases como ‘somos fósforos de la
misma caja’ y estoy en el deber de reflejar mi época”.
Ocurre que en Juan
Formell coincidió “chispa” popular y talento musical tan original, y el resultado
fue un Maestro cuya obra trascendió las fronteras nacionales para instaurarse
lo mismo en la enigmática Asia, que en la circunspecta Europa, o en la dinámica
y multisonora tierra americana.
Modeló una orquesta de genialidades y desde el inicio, a
finales de la década del 60, el público y los bailadores captaron enseguida el
mensaje: estaban ante un fenómeno excepcional. En fin, que el bajo de Formell,
el piano de César Pedroso, y la percusión de Changuito harían época y Los Van
Van serían para siempre.
Para este momento postrero, las estadísticas hablan
fríamente: más de 200 composiciones, más de 30 discos, absolutamente
triunfadores; Premio Nacional de la Música; condecoraciones y reconocimientos,
el Grammy anglosajón en 1999, con el CD “Con permiso que llegó Van Van”; el
Grammy Latino por la Excelencia en la obra musical de toda la vida, en 2013, premio
que él, personalmente en Las Vegas, dedicó a su orquesta de 44 años, a sus
músicos fundadores y a los actuales, a su familia y, ante todo a Cuba.
Esas estadísticas son importantes pero no dicen que de la
mano de Formell, Van Van logró la hazaña de erigirse en muro de contención ante
la avalancha imponente de la música extranjera de la Década Prodigiosa, y no
hubo The Beatles ni Fórmula V ni nada por el estilo que superara a la orquesta
cubana más exitosa de los últimos 40 años, la que nunca pasa de moda, la
imprescindible para bailar.
Compositor, arreglista, bajista, magnífico guitarrista,
habilidad que le permitió en su juventud acompañar a luminarias de la canción,
Juan Formell nació en el barrio de Cayo Hueso, en La Habana, el 2 de agosto de
1942, por lo tanto mucho influiría en él un entorno netamente creativo,
netamente musical. Innovador innato crea el songo, una variante del son;
introduce los trombones sin perder la esencia del formato de charanga… Cuando
Van Van irrumpe en el universo sonoro cubano “sentó a todo el mundo”; llegó al
pináculo y se quedó allá arriba.
La única vez que para disfrutar de una agrupación musical,
en la Plaza de la Revolución Mayor General Antonio Maceo Grajales se reunieron
alrededor de 200 000 santiagueros de aquí y de los municipios, y hasta personas
de provincias vecinas, los protagonistas de la velada fueron Van Van y
Formell.
La noche del jueves, casi al final del noticiero estelar de
la TV, la voz de Serrano, más grave que nunca, nos consternó a todos: “Acaba de morir el maestro Juan Formell”.
Los santiagueros, bailadores por antonomasia, sentían un
cariño especial por Juanito y su orquesta. Pero me atrevo a asegurar, que
“Pipo” Torres Bosch, productor musical de CMKC, está entre quienes mejor
ejemplifican ese sentimiento general: “Hemos perdido a una de las figuras más
grandes del pentagrama cubano e internacional”.
Pasan veloz por la memoria, del maestro: Yuya Martínez, Mariluz, Por encima del nivel,
Sandunguera, El baile del buey cansa’o, Titimanía,
La Habana no aguanta más, Permiso que llegó Van Van, Qué sorpresa (la foto en la prensa), Arrasando, Chapeando, La maquinaria,
Y después de todo, qué; Me mantengo…
Y con Pupy, Liliebre, Rodolfo Cárdenas “El Moro”, Evaristo
Aparicio, Samuel, el hijo; Vaillant… El
bate de aluminio, Hoy se cumplen seis
semanas, Azúcar, El negro está cocinando, Será que se acabó, Temba, tumba y timba; El
buena gente, La bola de humo, Si a una mamita, Que le den candela, El
regreso de la gallina, Un año después
(la costurera), Todo se acabó…
Nadie presintió el fin. Un nuevo proyecto discográfico iba
tomando forma: “La Fantasía” sería el título. No sé si estará terminado. Lo
cierto es que esta vez no pudo superar Formell ni el ataque de la cirrosis
hepática ni los tres días hospitalizado ni la complicación con la diabetes ni
los cinco paros cardíacos. Y se despidió Juanito en la plenitud de su creación,
cuando mejor reflejaba lo que estaba ocurriendo en su Patria; cuando en su
rigor profesional no le era ajena ninguna tendencia musical; cuando mejor
enseñaba, porque era una escuela viviente.
Se va el hombre y queda su obra, que es igual a decir: Juan Formell
siempre estará entre nosotros.
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