“Soñar primero… luego, poner a
danzar a la
realidad”, dice el maestro Idalberto Bandera Sidó
M.Sc. Miguel A. Gaínza Chacón
Santiago de Cuba, mayo 16.- Idalberto pudo ser un hombre
vinculado al mar, o la industria, o al magisterio… o ser compositor de
canciones. Excepto en lo último, para todo lo demás se preparó, estuvo horas en
aulas y en adiestramientos y ejerció. Pero siempre él buscaba un resquicio en
el tiempo, para dedicarlo a su sueño: la percusión y el baile.
En aquellos colectivos juveniles y luego laborales, era uno
de los más emprendedores a la hora de organizar festejos, aniversarios…
Y quizás sin percatarse se fue inclinando más y más por lo
artístico.
Así, Idalberto Bandera Sidó ha llegado a ser una
personalidad en el universo de la danza, aquí, en el resto del país, y el
ámbito internacional.
“En 1976 yo incursionaba en la composición, me gustaba
escribir canciones. Me encontré con Bucú Yeyé y me dice: ‘Yo te he visto
haciendo cosas. Tú tienes condiciones y están buscando bailarines en la brigada
1 del Conjunto Folclórico de Oriente. Tú te presentas, te hacen las pruebas y a
lo mejor…’
“Fui al salón de ensayos, miré bien y me decidí: aprobé cada
cosa que me marcaron. Por supuesto, sin toda la técnica requerida, pero a
partir de ese momento formé parte de la Brigada No. 1 que luego dio lugar al
Ballet Folclórico Cutumba, en el cual llevo 38 años, de estos los 15 últimos
como director.
“Claro, yo cumplí un orden: primer bailarín; después,
profesor principal de la Compañía, coreógrafo, y así hasta que en 1999 fui
elegido por el grupo para estar al frente.”
Sobre la preparación, explica que a partir de 1976, cuando
empieza a hacer trabajos como solista, también comenzó a investigar, y todo
esto unido lo ayudó mucho a convertirse en un verdadero bailarín profesional y
a obtener resultados cada vez más crecientes en su vida artística.
“Puse tanto empeño en mi labor, que estoy seguro de que
influyó… mejor: determinó que la gente me seleccionara para dirigir la
Compañía.”
CON LA DANZA EN LA
SANGRE
Idalberto nació en Santiago de Cuba, en el reparto Veguita
de Galo, un sitio que a lo largo del tiempo ha sido cuna de buenos bailarines y
buenos tocadores. Pasó la familia por otros lugares de la ciudad hasta que el
triunfo de la Revolución la encuentra en calle 4 del reparto Mariana de la
Torre.
Va a estudiar a La Habana, luego lo hace en Matanzas, en la
Escuela Victoria de Girón, donde se hace tecnólogo de pesca. ¿Qué ocurrió con
el arte? Sencillo: en el tiempo libre, o en la más mínima oportunidad, él da
rienda suelta a la creación danzaria, o improvisa con la tumba, o monta
pequeñas escenas dramáticas, o canta…
Lógicamente, el arte fue llenando todos los espacios de la
existencia del muchacho, que para coincidencia es descendiente del célebre
trovador santiaguero Pepe Bandera. Y sí que es cosa de familia, porque el hijo
mayor de Idalberto le ha seguido los pasos y canta, baila, y tiene varios temas
que se mueven en el universo sonoro internacional.
Recuerda Idalberto su versatilidad: practicó también lucha
libre, algo que lo mantuvo en forma para enfrentar luego las exigencias de una
danza tan dinámica como el baile folclórico.
La refinería de petróleo de Santiago de Cuba acoge al
muchacho en un nuevo empeño en su vida: hacerse mecánico. Pero nunca deja la
danza. Después se enrola en un curso intensivo para maestros de la enseñanza
industrial, en Villena 2, algo así como maestro emergente. Y ejerce como
maestro de geografía y de historia en la termoeléctrica 10 de Octubre, en
Nuevitas.
A los tres años determinó no seguir en Educación y retorna a
Santiago de Cuba. Pero jamás deja de trabajar, por eso llega a la Molinera
Frank País, en el almacén central; luego se especializa en molinación y se hace
cilindrero, que es quien determina si la harina en más fina o menos fina.
Aun y todo ese accionar, nunca se separa de la danza. Y para
cumplir con ambas tareas: la molinera y la danza, tiene que esforzarse mucho y
dedicarle tiempo extra a una y a otra tarea. Sus jefes se percatan de la
inclinación artística y no tienen reparo en señalarle cuando le extendían
alguna carta de liberación para presentaciones artística, giras nacionales,
giras al extranjero: ‘Eso es lo tuyo, compadre. Acaba de cambiar’.
Así llega el año 1976 y el momento crucial de definirse y lo
hace por la Compañía, a petición del director del grupo, que en ese momento era
Milán Galí, y también con el apoyo del director de la Molinera.
Revela el mentor del Cutumba que aún hace cosas en la
composición musical. Recuerda con cariño un tema: Esa mujer, que está en el repertorio de su hijo. Y tiene otras.
“Pero cuando entro de lleno en el mundo de la danza me
aparto un poco de la composición. Me dedico a la investigación que requiere
tiempo, estudio, si en verdad Ud. quiere hacer una buena coreografía.”
Nada de lo ocurrido en la vida profesional de Idalberto
Bandera lo hace olvidar su etapa de niño, cuando el padre lo llevaba a calle 2,
esquina Trocha (la avenida más popular del Carnaval Santiaguero), donde hacían
“piquetes” de rumba.
“Cuando él regresaba del trabajo, enseguida iba para allí
con varios amigos, y siempre me llevaba. Era frente a una barbería. A ese
espacio yo iba cauteloso, hasta con pena. Y miraba mucho a toda aquella gente
tocando y bailando. Y mi papá me ponía a bailar delante de sus amigos: ‘Arriba,
Yin –mi padre me decía así— arriba’ Y era que yo traía la danza en la sangre.
Aunque reconozco que Santiago de Cuba lo ha sido casi todo para mí; he
estudiado fuera de aquí, he logrado triunfos en otras provincias, pero siempre regreso
porque Santiago representa mi cultura; en todo lo que hago: como camino, como
hablo… está Santiago de Cuba.”
No dejó al margen a la familia: a las madre, siempre atenta
a su devenir; al hijo, también sobre los escenarios en Europa; a la hija,
jurista; a la esposa: Odalys García Martínez, una gente insuperable, según el
criterio del propio Bandera.
Así ha transcurrido el tiempo. Idalberto sigue inmerso en el
mundo de la danza folclórica, en el que es toda una personalidad de la cultura.
Su esfuerzo no ha sido en vano, pues ha recibido numerosos reconocimientos y
premios. Pero, ¿qué se requiere para lograr un buen montaje coreográfico?
“Soñar. Primero tú tienes que soñar lo que quieres. Luego
viene la investigación, y finalmente debes poner el alma en lo que vas hacer.
Es la única manera de que sobre el escenario ocurra lo que soñaste y de que
puedas convertir la realidad en danza.”
Quizás así ha ocurrido con “Tríptico Rumbero”, y pasará con
“Bembé a Ogún”, ya a punto, y con la emblemática “Saga Loas”, Premio
Villanueva, de la Crítica 2004-2005, una obra que situó a Cutumba, a Santiago
de Cuba y a Idalberto es lo más alto de la danza folclórica.
Y para materializar tanta idea buena, hace falta un buen
equipo. E Idalberto lo tiene y habla de este encomiásticamente:
“Estoy muy contento con quienes trabajan conmigo; con
Heriberto Rizo, el productor, que hace muchas cosas a la vez; tengo a Yalina
Cardero, en Relaciones Públicas; tengo a alguien que nunca se aparta de mí, no
quiere decir que los otros se aparten sino que esta es mi asistente de
dirección: Odalys Calzadilla Boisán… y están otros… A todos les agradezco el
apoyo, porque no solo me escuchan sino que me dicen y me dan consejos. Y yo los
oigo cada vez con más interés, aun siendo algunos muy jóvenes.”
La Compañía Ballet Folclórico Cutumba festeja ahora 55 años
de existencia; ha tenido etapas en verdad esplendorosas, tanto en Cuba como en
escenarios internacionales. Sobre esto dice Idalberto:
“Los más avezados supieron trasmitir sus enseñanzas a los noveles.
Muchos se jubilaron, algunos están viviendo en otros lugares del mundo, y
aprovecho para mandarles el saludo más entrañable, pero sembraron sentimientos
tan bonitos en el grupo, que hoy tenemos esa combinación de experiencia y
juventud talentosa, seguimos con el mismo entusiasmo y estamos en muy buena
forma para poner siempre en alto los nombres de Cuba y Cutumba.”
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