MURIÓ UN EMBLEMA DE LA CULTURA
M.Sc. Miguel A. Gainza Chacón
Santiago de Cuba, 8 dic.-
La cultura en el mundo acaba de perder un emblema. Porque Oscar Niemeyer no
solo era un arquitecto de talla universal sino un promotor cultural que no
escatimó esfuerzos ni fronteras para difundir el arte de las curvas y las
líneas, en lo que era un genio, y la confianza en el mejoramiento humano desde
su óptica comunista que nunca ocultó. Por eso defendió hasta el último suspiro,
las causas justas en cualquier lugar. Qué mejor ejemplo de ampliador de la
cultura.
Imposible
olvidar cuando desde nuestra visión casi infantil aún, mirábamos asombrados en
las publicaciones, las fotos de Brasilia y creíamos ver una “ciudad del
espacio” donde solo faltaban las naves siderales y los extraterrestres de la
mano de los humanos.
Niemeyer
se despidió. Nadie duda que a los 104 años todavía soñara con curvas y
proyectos atrevidos. Pero hace apenas horas, en Río de Janeiro, sus riñones y
la neumonía marcaron el cierre vital de un gran amigo de Cuba y de Fidel.
Su
impronta artística sigue allí en la UCI habanera y cuando en Santiago de Cuba a
los graduados de informática en la universidad ideada por el Comandante en Jefe
le obsequiaron presentes, entre estos aparecía uno que imploramos poder
hacernos de este: un catálogo bellamente impreso, con imágenes de obras y la
firma del “mago de la arquitectura moderna”.
Oscar
Niemeyer era mundialmente conocido por sus diseños monumentales y por su
convicción política e ideológica a favor del comunismo.
Fue
Oscar Ribeiro de
Almeida Niemeyer Soares Filho un joven brasileño común y corriente, más bien bohemio
casi por lógica, al nacer en el barrio Laranjeiras, en la dinámica ciudad de Río de
Janeiro, el 15 de diciembre de 1907.
Murió apenas unos días antes de
cumplir 105 años pero dejó lo que todos califican como “asombroso legado
artístico en sus obras emplazadas en Brasil y el mundo”.
Fugaz
como la vida misma: Terminó la Secundaria a los 21 años y se casó con Annita Baldo, hija de
inmigrantes italianos; mientras trabajaba, estudió en la Universidad; se graduó
como arquitecto en 1934, en la Escuela
Nacional de Bellas Artes; enviudó de Annita 70 años después, y en 2006 se casó
con Vera Lúcia Cabreira, su secretaria por largo tiempo; en 1945, ya con
prestigio profesional, se unió al Partido Comunista de Brasil hasta el final;
era un trabajador infatigable, al punto que su obra se hizo mundial; las curvas
de las montañas, los ríos y las mujeres brasileños inspiraron sus obras; mantuvo
una empatía admirable con Cuba y Fidel y la defendió en todos los órdenes de su
existencia; fue el arquitecto principal de Brasilia, capital de Brasil desde
1960 en lugar de Río de Janeiro; concibió en Brasilia una localidad del futuro,
sin lugar a dudas, y en 1987 la urbe fue declarada por la UNESCO Patrimonio de
la Humanidad, única ciudad construida en el siglo XX con ese título ; el
criterio de que "… Lo mejor para un hombre es tener una mujer al lado y
que sea lo que Dios quiera. La mujer es indispensable", también lo
defendió siempre; en 1988 ganó el Premio Pritzker, algo así como el Nobel de
arquitectura, por la Catedral de Brasilia; las curvas y las líneas de sus
proyectos asombraban a todos y son paradigmas de arquitectos del mundo entero;
aseguró que "el contenido plástico del concreto armado es tan fantástico
que este es el camino a seguir"; entre su obra prolífera aparecen la Plaza
Niemeyer, en La Habana, con la que homenajeó a su amigo Fidel; la sede del
Partido Comunista en París y de Naciones Unidas en Nueva Cork; vivió en Francia
para escapar de la dictadura brasileña; cuando regresó a Brasil defendió los
principios del Movimiento de los Sin Tierra y era admirador y partidario de
Luiz Inácio Lula da Silva y Hugo Chávez Frías; trabajó casi hasta su muerte en
su estudio frente a la playa Copacabana, y para Brasil existe la misma cota de
popularidad para Pelé, Tom Jobim, el
pionero de la Bossa Nova, y Oscar Niemeyer.
Por eso, en las ofrendas florales enviadas por Fidel y Raúl va también el respeto
del pueblo cubano por un amigo entrañable.
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