DAISY LA “PROFE”
YUNIER RIQUENES GARCÍA
Santiago de Cuba, dic 8.- El pasado 29 de
noviembre estuve en casa de Daisy Cué. Era un día especial, era su cumpleaños.
No voy a decir cuántos, solo baste decir que un aniversario cerrado, otro
pretexto para agradecer y recordar tantos consejos y actos que ha tenido con
tantos estudiantes.
Cuántos no recordarán
las precisiones, los señalamientos, una clase, una evaluación, una sonrisa o un
llamado de atención.
Daisy no es de aquellas
personas que intentan imponerse ante los jóvenes, ella sugiere, propone,
escucha, convoca. No busca un enfrentamiento generacional, sino la integración,
el respeto.
La escuché emocionada
después de su viaje a los Estados Unidos, entró en contacto con varios de sus
estudiantes, ellos seguían llamándola la profe. Unos con más años que otros en
diversos puestos de trabajo.
Lo cierto es que las
nuevas generaciones buscamos de ella. Siempre exigente, con una nueva página
que proponer, con una lección en cada conversatorio. Un libro suyo, por solo
citar un ejemplo, es imprescindible en los estudios de la literatura cubana: Plácido, el poeta conspirador, publicado
en 2007 por la Editorial Oriente.
Inició su vida laboral
en la biblioteca de El Caney en los primeros años de la década del 70 y desde
hace casi cuarenta años colabora con la mayoría de las instituciones culturales
de Santiago de Cuba: Biblioteca Elvira
Cape, Editorial Oriente, Casa del Caribe, Centro de Superación, Casa de África,
entre otras.
La jubilación no marcó
distancias con la
Universidad de Oriente a cuyo claustro perteneció durante
veinte años. Ha sido después de eso, profesora de Cultura Cubana en la maestría
de Estudios cubanos y del Caribe, y ha dirigido tesis doctorales, tesis de
maestría y trabajos de diploma. Fue Presidenta del Consejo Técnico Asesor
durante siete años y en la actualidad
preside la sección de escritores de la UNEAC en la provincia.
Daisy es también una
madre que aconseja, una amiga. Aquel 29 de noviembre la vi rodeada de su
familia, la más cercana; pero otras seguramente la recuerdan cada día.
En una entrevista que
le hice hace algún tiempo me confesó: Pese
a que me jubilé hace ya diez años y he ocupado y ocupo otras funciones de
responsabilidad, cuando me publican algo, o me presentan en algún evento,
siempre me encasillan como profesora de la Universidad de Oriente;
e incluso, haya sido o no alumno mío, casi todo el mundo se refiere a mí como
“la profe”.
Yo no recibí clases suyas en aula alguna, pero también le llamo “la
profe”. Ella tiene el don de educar y forjar el hombre nuevo.
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