Apresan Tiburón cantor y pelotero
en Santiago de Cuba
Texto y foto: M.Sc. Miguel A. Gaínza Chacón
Santiago de Cuba, noviembre 23.- Ni chinchorro ni palangre ni nylon
con anzuelo. Solo cariño y simpatía necesitaron en esta ciudad para “apresar” a un magnífico ejemplar de Tiburón cantor y pelotero que responde al nombre de Eduardo Morales Orozco.
En los años ochentas la urbe le
abrió los brazos y el corazón al cantante Tiburón Morales, Adalberto Álvarez y
a otros músicos camagüeyanos quienes junto con algunos santiagueros formaron
aquí y estrenaron en la carnavalesca calle de Santa Úrsula, el antológico
conjunto Son 14.
Hoy dice el popular vocalista, que la mejor
forma de retribuir la hospitalidad y el amor que Santiago de Cuba y su gente
les regalaron es “quererlas con pasión como yo las amo, y defenderlas
siempre”.
Es singular la historia de este
pelotero devenido cantante. De muchacho, descalzo, jugaba béisbol en su natal
Guayabal, y también pasaba horas bañándose en el mar “con la boca abierta y
cantando”, mientras los amigos de la infancia gritaban: “Miren, un tiburoncito
prieto”. Y tanto lo dijeron hasta que se le quedó lo de Tiburón.
Es entrañable la amistad entre Tiburón Morales y el maestro Adalberto Álvarez fundadores de Son 14 |
Conservo un vago recuerdo de él como
beisbolista: era fornido y se desplazaba con agilidad en la pradera del medio;
no defino si cuando lo vi en el “Guillermón Moncada” aún jugaba en el
“Orientales” o ya estaba en algún team de la tierra camagüeyana. Lo que grabé
para siempre en la memoria, por la impresión que causaba, fue el sobrenombre,
pues el anunciador engolaba la voz por la amplificación local del estadio: “…
Eduardo “Tiburón” Morales… jardinero central”.
En siete series nacionales (él asegura que son
ocho), Morales Orozco jugó 828,2 entradas en 202 partidos, en los que fue
oficialmente al home 414 veces, anotó 40 carreras, conectó 98 hit para un
average ofensivo de 237, con 10 dobletes, dos triples y 2 jonrones; le dieron
cinco pelotazos, negoció 51 bases por bolas y le regalaron seis bases
intencionales; se robó 9 bases, lo cogieron 9 veces en intento de estafa, y se
ponchó en 59 ocasiones. Como se ve, no era un super pelotero pero jugaba con
ardor. El firmamento lo alcanzó por fin Tiburón, en otro equipo all star: el conjunto Son 14, bajo el
mando de un manager inigualable: Adalberto Álvarez. Santiago de Cuba que los
acogió como hijos, se quedó con la figura, el peculiar sombrero y la voz del
intérprete, y con el conjunto, cuando Adalberto enrumba hacia la Capital. Para
ese momento, ya la agrupación y su antiguo director han aportado un buen tanto a la música popular
cubana y por ellos el mundo conoce mejor la calle Enramadas.
Para Eduardo quedó reservada la conducción del grupo.
Ahora va y viene Morales a México donde Son 14 cumple contratos.
“Aquello es bien alto (2 700 metros sobre el
nivel del mar) y cuando la presión me agobia vengo.”
Aun el tiempo transcurrido, siempre es
interesante rememorar épocas y ese viraje tan singular del terreno beisbolero a
escenarios artísticos:
“En los años en que comienzo a
sentirme hombre hecho y derecho ya jugaba “centerfil” en Francisco Guayabal, en
la provincia de Camagüey. Cuando triunfa la Revolución estaba en la Liga
Azucarera pero con la Revolución comienza el béisbol socialista, el béisbol de
aficionado, y empecé con la selección Orientales que dirigía Natilla Jiménez;
los Mineros, de Roberto Ledo; con los Granjeros… Bueno, estuve jugando varios años
en las series nacionales.
“Para ese entonces, Adalberto
(Álvarez) siempre me estaba ‘chivando’, porque cuando se cortaba la luz
eléctrica, yo cantaba en el estadio, y él preguntaba: ‘¿Quién es ese de la voz
que parece un trueno?’
“Entonces, conversó conmigo. No
pensó que yo iba a dejar la pelota para dedicarme al canto. Y le decía al
padre: ‘Papá, este nos va a dejar embarcados’. Ocurre que siempre había un lío,
porque yo estaba en el deporte y me iba pa’la música; luego, estaba en la
música y me iba para el deporte y dejaba las orquestas. Eso fue una odisea,
hasta que hice un compromiso con Adalberto, hasta el momento en que se fue para
La Habana.
“No me fui con él para la Capital
para que no muriera Son 14. Eso fue una combinación entre nosotros: ‘Yo me
quedo, Adalberto, y tú te vas. No hay problemas. Ve cúbrete en La Habana, vive
en La Habana, y yo me quedo en Santiago de Cuba, pero nunca vamos a ser
separados por nada ni nadie’. Adalberto Álvarez es prácticamente mi padre de
corazón.”
En infinidad de ocasiones lo
precedente ha sido ratificado por Adalberto, y llevado a escena, porque Tiburón
sube y canta con ellos.
Hay en Cuba otros casos de peloteros
que fueron músicos, entre estos el genial lanzador derecho oriental Manuel
Alarcón (que le paró el corazón a La Habana entera en el estadio del Cerro,
cuando envió un mensaje a Santiago de Cuba: Que cierren la Trocha y preparen el
cocoyé que esto va para allá. Y cumplió). Alarcón rendía a sus pies a los
públicos de absolutamente todos los estadios donde lanzaba. Desde la lomita les
enseñaba el número 17 en su espalda a los bateadores, con un movimiento que
ensayó frente a dos espejos y nadie ha repetido.
También era bolerista. Siendo aún pelotero lo vi cantar en la TV. Una hernia
discal y luego un accidente automovilístico acabaron con el astro del montículo
pero no con el vocalista quien se presentaba en “San Pedro del Mar”, en centros
nocturnos de Bayamo… Pero nunca fue tan estelar como en el box.
Rolando Macías, también lanzador
pero de los equipos del centro del país, era percusionista. En los medios
beisboleros le decían el músico de San Fernando de Camarones.
Lo de Tiburón fue a la inversa: “Yo
jugué primera y “fil”; primero, “centerfil”, luego “raifil”, y después primera
base. Ya me decían Tiburón en la pelota pero cuando comencé en la música yo no
quería que me nombran así y Adalberto decía: ‘Déjate el Tiburón… tú no oyes eso
de Oscar de León; tú no oyes todos esos sobrenombres… déjate el dichoso Tiburón’.
Tiburón (izquierda) y El Canario están en el disco Premio Grammy del Septeto Santiaguero |
“A tanta insistencia cedí y Tiburón
pa’cá, Tiburón pa’llá y ahora si no me dicen Tiburón no entiendo.”
Retoma el béisbol en la
conversación. Piensa que los clásicos son el medidor pues se juega en verdad y
recuerda apesadumbrado la tercera edición de ese evento.
“A Michel tenían que haberlo llevado
tan siquiera como refuerzo del cuadro. Porque llevaron una sola tercera y nada
más y nada menos que capitán del equipo. A ese muchacho todavía le falta
chispa, iniciativa. La gente que juega como capitán de un equipo de pelota
tiene que tener claro que en el terreno él es el cerebro del team. En mi
opinión el equipo no estuvo mal dirigido pero sí ‘mal jugado’; se ‘amarillaban’
algunos peloteros, que se veía clarito. Ahí hay que caerle a patá a la pelota…
Parece que no trabajaban sicológicamente con ellos. Tenía que imponerse el
deber patriótico porque había un pueblo esperando. Se perdió aunque se pudo
haber ganado, pero estaban indecisos. Hay gente que no… pero a nosotros sí nos
dolió no ganar. No obstante perdimos una batalla pero la guerra no. Hay más
camino por delante.
“¿La dirección? La dirección lo hizo
bien, no lo hizo mal. Pero hubo palabras incorrectas y nosotros estamos en el
socialismo, y en este sistema no se puede ultrajar a ningún trabajador. Eso no
lo vamos a aceptar nunca. No estamos de acuerdo con eso. Que se abra la tierra
primero.
“No estamos de acuerdo con lo que
hicieron con Bell, y otra vez lo digo: Pestano hacía falta en ese equipo como catcher
regular. Pestano en esa liga batea. Entonces no lo
llevaron. En esa liga no había ningún catcher mejor que él ni más inteligente.
Pero estamos jugando con candela. Estamos desbaratando la integridad del equipo
nacional por problemas personales que nosotros no vamos a entender nunca.”
Poco se habla de un momento muy
estelar del cantante Tiburón Morales. Fue a raíz de la presentación del
venezolano Oscar de León en el estadio Guillermón Moncada.
El morocho bigotudo llegó aquí
precedido de una avalancha mediática, que unido a su clase indiscutible, su
carisma, su bajo, y al buen partido sacado de la música cubana (llamada por
ellos salsa) hicieron del intérprete venezolano un monstruo auténtico.
Y en el estadio santiaguero quien
sacó la cara por Cuba con sus improvisaciones, su voz y su talento fue Tiburón
Morales. En verdad canto en un “mano a mano” con Oscar de León, pero lo que más lo animó fue saberse representante
de Santiago y de esas cuatro letras sagradas.
Por esos sentimientos, los santiagueros
admiran tanto al cantante que no pierde oportunidad de identificarse con la
ciudad que lo resguarda como lo que es: un hijo. La última fue cuando la final
del evento Sonando en Cuba, por la TV Cubana.
“El jurado tiene sus criterios. El
pueblo tiene los suyos: para muchos la ganadora fue la santiaguera. Pero eso no
es lo principal. Lo que mortifica es que a la muchacha no le dieran ni un ramo
de flores. Eso no se le hace a nadie y menos a una mujer.”
Parece que Eduardo tiene enraizado
el patriotismo y el amor por su terruño. Eso quizás le viene de su natal
Guayabal, que en 1898 fue el primer poblado en el Camagüey liberado por el
Ejército Mambí cuyas fuerzas lo nombraron así: Embarcadero de Guayabal, por un
estero en el que desembarcaron cercano a un guayabal.
No lejos, ya a finales del siglo
XIX, los norteamericanos fundaron un central azucarero y el estero se convirtió
en un puerto para la exportación del dulce. Por lógica nace también un pequeño
batey: Guayabal.
Morales es de allí, del sitio que fuera escenario del único
encuentro de las columnas rebeldes comandadas por Ernesto Che Guevara y Camilo
Cienfuegos en la famosa invasión de Oriente a Occidente en 1958; del poblado al
que el Benny le cantó su popular Francisco Guayabal. Por
aquellos potreros camagüeyanos; por esos caminos; por las aguas marinas; por esos
terrenos de pelota en la manigua correteó, nadó y jugó el “tiburoncito prieto”
que hoy, con su talla mayor de Tiburón y cantante, recorre satisfecho las
calles de Santiago de Cuba listo para la actuación venidera, mientras responde
a una sucesión interminable de sonrisas sinceras y manos extendidas.
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