Noventa y cinco años después Beny Moré
sigue inconmovible en su popularidad
M.Sc. Miguel A. Gaínza Chacón
Santiago de Cuba, agosto 23.- Mañana esa leyenda cubana: Beny Moré, cumpliría 95 años. Tenía
solo 43 cuando dejó de respirar en La Habana y desde aquel momento postrero ha
transcurrido más de medio siglo. Sin embargo, nadie pone en duda que él es uno
de esos casos, poco frecuentes, en mantener plena vigencia a pesar del tiempo.
El
cantante parece estar ahí, al alcance de todos, con su voz inigualable, sus
movimientos singulares, sus gorjeos y gritos breves que sentaron pautas entre
los soneros de Cuba y más allá.
Una
sola vez en mi vida lo vi en persona, a una distancia prudencial y con mil
trabajos, pero lo vi. Quizás fue en 1961 o 1962.
La
curiosidad nos comía a todos, aquella noche en que la reunión debajo del poste de la esquina, frente a lo
que luego sería el Hospital Militar, se convirtió en algo más importante que
“el escondido” y “las postalitas”. Y es que lo del Beny Moré no tenía nombre:
en la radio, en los “traganíquel”, en las verbenas, en la calle, en las casas…
Ni Elvis Presley en su apogeo, le hacía sombra y mucho menos Rolando Laserie, a
pesar de tanto esfuerzo de este último. Era el Bárbaro del Ritmo un fenómeno de
pueblo, y aunque niños no estábamos ajenos. Y conocimos que iba a cantar en el
Patica Club.
El
“Patica” sería hoy uno de los clubes más originales de Santiago de Cuba: tenía
un salón grande con mesas, una barra, y una pista para bailar, delante de un
escenario para los músicos; luego, seguía una especie de espigón que se metía
en las aguas de la bahía. A ambos lados de ese pasadizo, estaban dispuestas más
mesas con unos farolitos de colores.
Aun
el peligro del castigo ejemplar incluida la paliza correspondiente, los
muchachos de la esquina decidimos hacer
una heroicidad: Nos fuimos todos por la Carretera Turística hasta el Club, que estaba entre la Fábrica de Hielo
Los Guaos y la MOSA (Molinera Oriental Sociedad Anónima), hoy Empresa de
Cereales Santiago. Ni soñar en entrar. Eso se respetaba: ¿Muchachos en un club?
Pero desde afuera vimos al Sonero Mayor cantar. Tenía el pelo brillante y
planchado. La cara también le brillaba por el sudor u otra cosa.
Regresamos
enseguida. La ausencia del grupo en la esquina, por suerte no llamó la
atención. Y el pacto sagrado fue no decir a nadie ni media palabra sobre la
incursión. Por la mañana nos enteramos, porque los grandes conversaban delante
de nosotros:
--
¿Oíste los tiros anoche?
--
Claro, aquí se escucharon
--
Dicen que fue en el “Patica”; que el Beny estaba en el baño “fumando” y un
borracho le tocó la… y el hombre sacó una pistola y se formó el corre corre.
Dicen que tiró al aire. Ese Beny…
EN TROCHA Y CALLE 4
Elio
Gil Fernández, vecino de Carretera del Morro # 295, además de fotógrafo y otras
profesiones se ha dedicado a recopilar pasajes del célebre intérprete en
Santiago de Cuba, según él desde 1950 hasta 1962.
“Testimonios
de Miguel Villalón Castillo, conocido por Maraca, aseguran que el Beny
visitaba, antes de formar su orquesta, una bodega propiedad de Ñico Virgilí,
situada en Trocha y calle 4, en el reparto Mariana de la Torre, y que en este
lugar compartía con los amigos, entre quienes él sobresalía por su carácter
amable, afable y humilde. También visitaba el área de Trocha y Santa Úrsula.
“Que
en 1951 fue contratado por Mariano Mercerón para cantar en su orquesta en la
emisora Cadena Oriental de Radio, en un programa que se titulaba Fiesta con
Bacardí.
“Cuenta
Maraca que el famoso lajero actuó con Olga Guillot y Fernando Albuerne,
formando un trío que se presentó en el Teatro Oriente, en un espectáculo
denominado Cuba Canta, con el acompañamiento de un piano.”
El
propio Elio Gil recuerda que el sonero actuó con su Banda Gigante en la
Universidad de Oriente, en el mes de febrero de 1959, y que alternaba con la
orquesta santiaguera Los Taínos,
dirigida por Daniel Guzmán.
Dice
Gil, que Moré también se presentó en el Parque Céspedes en 1960, alternando con
Los Taínos, y que en 1961 participó en diversas áreas del Carnaval y en el
espectáculo Papel y Tinta, patrocinado por Cultura y la Empresa de Artes
Gráficas.
Asegura
Elio, que a partir de 1959 hasta 1962 el Beny no dejó de actuar en los
carnavales de Santiago de Cuba, y que en 1962 fue su última presentación aquí,
porque el 19 de febrero de 1963, unos seis meses después, fallecía el Bárbaro
del Ritmo.
Estas
notas son el modesto homenaje a un hombre que en su condición de Sonero Mayor
puso a bailar a Cuba, pero cuando cantaba boleros enternecía a los enamorados,
y era capaz, también, de estremecer a cualquier familia, a cualquier padre. Era
“un maestro en todos los géneros de la
música popular cubana”.
Vino
al mundo en el seno de una familia afrocubana, humilde y campesina, en Pueblo
Nuevo, barrio de Santa Isabel de las Lajas, en la hoy provincia cienfueguera.
No
sabía música pero quisieran muchos tener el sentido musical que lo convirtió en
rey de los escenarios. Quienes han estudiado su vida aseguran que a los seis
años construyó una guitarra rústica y a finales de la década del 30 fue que
tuvo su primera “guitarra decente”.
Se
requeriría mucho más espacio para sintetizar una existencia si se quiere breve
pero intensa, profesionalmente, tanto en Cuba como en el extranjero; que tuvo
una presencia puntual en la radio, la TV, los teatros, centros nocturnos; que
conoció el trabajo duro de la tierra y vendió frutas, verduras, yerbas
medicinales; que cantó con Matamoros,
Pérez Prado, Mercerón, Bebo Valdés…
Para
cualquier cubano o latinoamericano estos títulos resultarían familiares: Bonito y sabroso, Santa Isabel de Las Lajas, Qué bueno baila usted, Asì es la humanidad, Cienfuegos, Se te cayó el tabaco, Locas
por el mambo, Conocí la paz, Dolor y perdón, Mi amor
fugaz, No te atrevas, De la rumba al cha-cha-chá, Rumberos
de ayer, Vertientes Camagüey, Cinturita, Mata Siguaraya, Francisco-Guayabal…
Brilla
aún como una estrella en Cuba y su voz es admirada en México, Venezuela,
Panamá, Colombia, Brasil, Puerto Rico… Dicen que a sugerencia de Cueto, el de los
Matamoros, convirtió su extenso Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez en un
nombre breve que entró en la
inmortalidad: Beny Moré. Así lo recuerda toda Cuba, a solo un lustro de cumplir
100 años el Bárbaro del Ritmo.
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