SANTIAGUEROS RECUERDAN
EL PRIMER DÍA DE LA LIBERTAD
Texto y fotos: M.Sc. MIGUEL A. GAÍNZA CHACÓN
Santiago de Cuba, dic
29.- Esta vez no
buscamos figuras sobresalientes. Optamos por gente muy sencilla, que el destino
--como a miles, a decenas de miles, a millones de cubanos-- situó en un
escenario y en un momento irrepetible: la Cuba del 1. de enero de 1959.
El inspirador de este trabajo ya no está entre nosotros. Era
en 1959 un niño travieso de apenas 11 años. Y luego de adulto siempre insistía:
“… escribe de aquellos momentos, de la Trocha llena de gente con banderas
cubanas; del Distrito Naval asaltado por el pueblo, sin resistencia alguna de
los marineros; de los rebeldes cansados, soñolientos…, y cómo les halábamos los
pelos de las barbas…”
Francisco Martínez Lora fue de los primeros en ir a Angola;
era aquí un diestro montador eléctrico y un as en el dominó. Un accidente
cerebrovascular acabó con su existencia. Eso me impidió complacerlo. Pero
cuando la Revolución llega a su cumpleaños 55, gente de pueblo igual que Francisco,
recuerdan cómo vivieron las primeras horas de la libertad en Cuba. Hoy son
personas sosegadas; entonces, jóvenes impetuosos.
Enrique Romaguera |
Enrique Romaguera Morales tiene 71 años. Es un veterano
Delegado de la Circunscripción colindante con el Hospital Militar Joaquín
Castillo Duany.
“Me acuerdo que esto estaba encendido. Temprano en la mañana
salimos un grupo de amigos que simpatizábamos con la Revolución, cogimos un
camión y nos fuimos para el Cuartel Moncada. Empezamos a arengar a los soldados,
para que depusieran las armas, y al mismo tiempo dábamos vivas a la Revolución.
“Así estuvimos toda la mañana, hasta que al mediodía nos
acuartelamos en la Sociedad Española, lo que es hoy la Biblioteca Elvira Cape,
en la calle Heredia. Salíamos por escuadras a cumplir misiones, esperando la
entrada del Ejército Rebelde comandado por Fidel. Estuvimos allí hasta por la
noche, cuando fuimos para el Parque Céspedes.
“No cabía un alma allí. No recuerdo bien la hora pero era
bien tarde en la noche cuando habló Fidel. Yo por más que hice por acercarme
llegué nada más hasta la calle Estrada Palma, cerca del cine Rialto. Era un mar
de gente y no se podía caminar.
“Recuerdo que donde estábamos acuartelados cogimos a un
infiltrado. Estaba armado. Alguien lo identificó y lo neutralizamos enseguida.
Llevaba una pistola y una granada.
“Qué alegría inmensa la del pueblo. Dondequiera era igual…
Ahora mismo te estoy contando y tengo que respirar profundo… aquellas imágenes
nunca las he podido olvidar.”
Lino Morales Alayón |
Lino Morales Alayón tiene 85 años. Dice que los milicianos
del 26 de Julio desarmaron a los marineros del Distrito Naval. “Yo lo que hice
fue ponerme a celebrar el momento con un amigo mío del Ejército Rebelde.
Cogimos una máquina, yo iba manejando, y
visitamos varios lugares de la ciudad.
“Óigame, en todos los sitios la alegría era tremenda. La
gente se abrazaba. Fuimos hasta la Barca de Oro. Todo eso por allí era del
Ejército Rebelde. Lamentablemente le di un golpecito a otro carro, se formó una
discusión y nos llevaron para la 3ra. Estación de Policía y al Vivac, y como
era cosa de tragos, enseguida estábamos otra vez en la calle.
“Aquí la gente se tiró para la calle. Donde estamos parados
casi no podían circular los automóviles. Ahí, en la esquina, en Gasómetro,
frente al Distrito Naval estaban parqueados los ‘yipis’ de los rebeldes, con
ametralladoras montadas encima. Hombres y mujeres iban a saludarlos, a
llevarles cosas de comer. Fue un momento que quienes lo vivieron ese día 1ro.
por la mañana, y al otro día también… jamás lo podrán olvidar.”
Adolfo Jiménez Domínguez |
Adolfo Jiménez Domínguez fue y es un maestro de la
albañilería. Hizo familia con Elia Callís y se casó con ella a finales de
diciembre de 1953. Desde sus 87 años recuerda:
“Ese día, temprano, salí a trabajar en una casa que
construíamos cerca de San Agustín, a una señora que se llamaba Guarina. Al
lado, una vecina nos llama y nos dice: ‘Vengan a oír esto: ¡Se fue Batista, se
fue Batista!’
“Imagínate. Nos quedamos un poco confundidos. Y enseguida
repiten la noticia en la radio: ¡Se fue Batista!
“Fuimos hasta el Palacio de Justicia. Arriba, en la azotea,
había una posta que nos apuntaba. Y yo dije: Caballeros, vamos por otro lado.
Estábamos dos hermanos míos y tres compañeros de trabajo: los Castillo: Miguel,
Nanito, Cucho… Vivían por la Loma del Fuerte.
“Estaba la calle… que yo no la he vuelto a ver así nunca más.
No sé de dónde la gente sacó tantas banderas. Estábamos en un parquecito por
San Agustín y el dueño de “La Muñeca”… el mejor carro que corría por Santiago
de Cuba era de ese hombre, un convertible. Y en ese momento bajó ese auto con
una bandera enorme del 26 de Julio, rumbo a San Miguel…
“Oiga, al poco rato se formó un tiroteo. Yo me metí en una
tienda de víveres, hasta que pasó la cosa. Entonces dije ‘vamos bajando,
caballero’. Y vinimos pa’l barrio. Recuerdo ese día como si fuera hoy. Aquí la
gente estaba alborotada, contenta. Un momento inolvidable para todos los
cubanos.”
“1. de Enero”
Hay días que jamás se olvidan
por su aroma a gloria,
porque quedan firmes y
resplandecientes
por siempre en la historia.
Hay días que transcurren claros,
marcando el destino
y trazan la pauta de un digno camino.
Hay días que son como insignia
de firmes principios, amor; de tradiciones
que afianzan la impronta y las
convicciones
de los estudiantes y de los obreros.
Ese especial día en Cuba se llama
Primero de Enero
Dra Elizabeth Álvarez
Facultad 2
Universidad de Ciencias Médicas
Santiago de Cuba
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