A la “escala
musical santiaguera”
ahora le falta un tono mayor
M.Sc. Miguel
A. Gaínza Chacón
Santiago
de Cuba, sept. 6.- El
tiempo se detuvo y se apagó una voz femenina, excepcionalmente portentosa. Y con
ella se eclipsó también una simpatía inconmensurable, que no cabía en aquella figura
diminuta. El jueves pasado, cuando más gris y calurosa era la tarde, Eva Griñán
(26 de octubre
de 1946)
dejó de existir y con su deceso Santiago de Cuba y Cuba entera perdieron una
joya.
“La vida” suena aún en mis oídos, con
la melodía de Eva. Silvio estará orgulloso, aunque en verdad la vida le hizo
una trastada a esta santiaguera que parecía no conocer límites a la hora de
cantar. Como extrañaremos a Eva y esa manera suya, inigualable de expresar la
música… cualquier música, en cualquier recinto: la Casa de la Trova, el Parque
Céspedes, la “Dolores”, el “Heredia”… todos se llenaban de Eva.
Casi en la víspera del 26 de Julio
de este año, cuando en la Avenida de las Américas encendieron las luces para
que la imagen del Comandante de la Revolución Juan Almeida irradiara como lo
que es: una estrella, allí estuvo Eva Griñán. Fue a cantarle al amigo que
siempre la admiró. Luego estuvo en el antiguo Moncada. Ya estaba herida. Su
imagen lo decía pero cantó como nunca “porque aunque me sienta muy mal este es
mi 26”. Quizás hayan sido las últimas presentaciones oficiales en público. ¿Acaso
se estaría despidiendo?
Infinidad de veces ella cantó en
celebraciones a las que asistí. Ni en una sola de esas ocasiones dejé de
recordar algo que nunca le dije.
A mediados de la década de los
setentas visitó Santiago de Cuba una vocalista cubana, también excepcional, y
en el “Sierra Maestra” publicamos: “La musicalísima… actuará…”
El maestro Electo Silva,
habitualmente muy directo en sus apreciaciones, nos dijo: “Vas a tener que
decirle musicalísima también a una morenita que tengo en el coro. Qué manera de
cantar bien. Para mí es lo mejor.” Luego conocí a la morenita: era Eva Griñán,
quien estuvo en el Orfeón Santiago desde 1967 hasta 1980; llegó con 20 años
llena de sueños, varios de estos realizados en medio de un colectivo de
excelencia.
Después ella, Aquiles, Guilarte y
Pepín Limia integraron “Proposición Cuatro”, de entre los mejores ensambles
vocales de Santiago de Cuba, y finalmente se consagró a la trova.
Para cuando se dedicó casi todo el
tiempo a lo más tradicional de la canción cubana, ya Eva atesoraba un
reconocimiento nacional a su labor artística como cantante, como profesora en el
Conservatorio Esteban Salas y como figura multipremiada: 1er. Premio en el
Festival Nacional Benny Moré (1980), con “Karina mi noviembre azul”, de Daniel
Vázquez; Premio en el Festival Lira de Oro de Bratislava (1980), por la
interpretación de un tema en eslovaco; Primer Premio en el Pacho Alonso
inmemorial, con “Ofrenda lírica”; Medalla de la Alfabetización; Placa de
Reconocimiento José María Heredia.
Aprendió bien el canto en la Escuela Nacional de Arte (ENA),
de la mano de profesora rumana Ana Talmaciano, quien fuera integrante de la
Ópera de Bucarest; estudió en el Centro de Superación para el Arte y la
Cultura, aquí en Santiago de Cuba
Pero ni la trova le hizo olvidar su
paso por el Orfeón. De una forma u otra, en sus conversaciones hacía referencia
constantemente a esa etapa que le representó conocimiento, experiencia,
satisfacciones… Por ejemplo, bajo la dirección de Electo ella ganó premios,
grabó discos, hizo espacios en la radio y la TV, se presentó en numerosas salas
de concierto del país, y llevó de paseo su arte por Hungría, Polonia, Bulgaria,
la antigua URSS, Jamaica, Francia, España, Colombia, Islas Canarias, Barbados,
Curazao, Granada… hasta que en 1999 entra a la Casa de la Trova con una idea
materializada con creces: ser trovadora y rescatar, principalmente, los temas
de su padre, don José Griñán, auténtico compositor y trovador.
Y es de esas raíces de don José que
Eva se nutre más, y también de la influencia que le llega de su natal Los Hoyos,
San Mateo, San Bartolomé, San Félix…, calles y barrio de cantores.
Todo lo precedente acondiciona artísticamente
a quien es 1961 una de las jóvenes santiagueras que va a alfabetizar a Media
Luna, en el suroeste de la antigua provincia de Oriente.
De lleno en el arte, la intérprete
está lista para compartir escenarios con luminarias del pentagrama: Elena Burke, Lourdes Torres,
Elizabeth D’Gracia; graba
discos con algunas de ellas y con la Estudiantina Invasora, y junto al excelente
guitarrista, el maestro Gabino Jardines, Eva vence un capítulo de su
existencia, imborrable en la historia de la trova santiaguera.
No queda al margen su
labor en la formación de jóvenes alumnos en teoría e historia de la música en
el Conservatorio Esteban Salas y su membresía en la Unión de Escritores y
Artistas de Cuba (UNEAC).
“Casa de la Trova” y
“Pensando en ti”, de 2005, son los dos discos que Eva consagra a la trova.
“Pensando…” tiene Flor de venganza, Doble inconciencia, Mariposita de primavera,
La rosa oriental, A mi manera, Ya reiré cuando tú llores, Eso no es na’camará,
Rompiendo la rutina. La guinda, y Récord de un año, temas de Manuel Corona,
Ramón Espígui, Marcelino Guerra, Alberto Villalón, Graciano Gómez, Aniceto
Díaz, Eusebio Delfín, y dos canciones que son un homenaje al padre, don José
Griñán: Desengaño y Pensando en ti.
Es enorme el vacío que ella
deja en la cancionística santiaguera. Se infiere no solo de lo dicho por Electo
Silva, sino por lo expresado el
miércoles por Suárez, un antiguo productor de Tele Turquino: “Perdimos la mejor
voz de Santiago de Cuba”.
Súmele entonces las apreciaciones
siguientes, en ocasión del disco Pensando en ti: “…escuchamos su voz tan
redonda, bellamente timbrada, es espectacular e irreproductible porque
realmente es única”, Digna Guerra; “La he visto fuera del país representando a
Cuba y nos ha sorprendido ver cómo impacta en el público al ver una mujer tan
sencilla, tan menudita y con una voz tan potente”, Eliades Ochoa; “Dotada de
una de las imponentes y afinadas voces del universo musical cubano, Eva
sorprende por la fortaleza insospechada de su hermosa voz… escuchar a Eva en
cualquier interpretación… es como evocar el lirismo de una época…”, Kiki
Corona.
Sentíamos devoción por
Eva Griñán y a veces la insistencia no reparaba en límites a la hora de pedirle
canciones; su conversación era franca, con palabras claras; con pedagogía
incorporaba los temas más diversos.
Ella era “fácil de
convencer”, un término acuñado por esa gloria de la música cubana: José Antonio
Méndez, de ahí que en cualquier reunión con Eva se escuchaban su voz formidable
y los golpecitos acompasados de sus claves, complemento de las cuerdas del
maestro Gabino.
Muchos pueden hablar en
términos similares a los anteriores, pero Lino Betancourt Molina,
guantanamero-santiaguero, periodista, musicógrafo y profundo conocedor de la
trova cubana y santiaguera, es quizás una de las personas que más disfrutó con
la voz de Eva, de ahí sus criterios:
“Recordemos su
extraordinaria labor como solista en el Orfeón Santiago… desde el que con su
poderosa voz levantaba al público cantando aquella sentida melodía de Violeta
Parra ‘Gracias a la vida’… Verdadera intérprete pone en función de cualquier
canción su timbre único, del más puro metal aúreo…”
Ahora quedan los discos,
las grabaciones. Eso alivia un tanto el dolor por una ausencia, aunque haya que
reconocer: desde el jueves por la tarde, a la escala musical santiaguera le
falta un tono mayor.
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