UNA ESTRELLA SE APAGÓ
Texto y fotos: M.Sc. MIguel A. Gaínza Chacón
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“Simplemente, estoy vivo, trabajando y siendo útil”. Así me dijo hace casi
exactamente un año, lleno de optimismo y de fuerza, el maestro Eduardo Rivero
Walker. Sus palabras para cerrar aquella conversación tan agradable como
informal con motivo de su 75 cumpleaños,
hoy se me antojan una ironía del destino:
“Es como empezar el trabajo nuevamente. Para eso tengo mucho ánimo y
muchos deseos de hacer cosas. Además, soy joven aún ¿no?”
A la muerte, tan natural como la vida, uno jamás logra acostumbrarse, a
pesar de mil y un ensayos. En el tabloncillo de la parte posterior del
escenario principal del Teatro Heredia, donde ensaya la Compañía Teatro de la
Danza del Caribe, ahora falta la presencia de Rivero; también faltan por la
Avenida Garzón y el entorno de los “18 plantas”, su voz de gigante, capaz de
vencer 17 pisos, y su andar erguido, presuroso y siempre elegante, rumbo al
encuentro con los públicos más diversos de la ciudad, Cuba y del mundo.
Aun conociendo su estado delicado de salud, la noticia conmovió a
muchos… a otros los sorprendió: al final de la noche del último miércoles dejó
de existir físicamente, un emblema de la danza moderna en Cuba y el mundo:
Eduardo Rivero Walker.
Hasta el final fue fiel a sus ancestros caribeños, de ahí que la Casa
del Caribe acogiera las honras fúnebres del maestro Rivero.
No pudo Eduardo vencer el infortunio del cáncer, a pesar de tanto esmero
de la Medicina y de su esposa, su hija, su nieto, sus amigos. La dolencia lo
trajo inesperadamente desde Jamaica, donde cumplía uno de sus tantos compromisos
internacionales para difundir más y más su maestría y su sabiduría.
Porque como pocos, Rivero Walker
interiorizó, y exteriorizó, el lenguaje de los movimientos del cuerpo; del
torso, los brazos y las piernas, capaces en manos de un maestro, de expresar con
total comprensión hasta para el ojo menos conocedor, los sentimientos y
emociones contenidos en gestos a veces explosivos o delicados, pero siempre armoniosos,
y comunicativos.
Una vez me dijo Eduardo que desde
niño, allá en el reparto San Isidro, en La Habana, donde su abuela todo lo
hablaba en inglés y obligaba a los demás a hacerlo, él sabía que sería
bailarín. De ahí sus escapadas del hogar para sortear la línea férrea, subirse
a los muros del Tropicana y contemplar durante horas cómo danzaban aquellos
artistas.
Pero no se imaginaba que con el tiempo fundaría la Compañía de Danza
Contemporánea de Cuba, con la cual viajó a todos los continentes, y que sus personajes
se convertirían en emblemas de la danza, como finalmente pasó con él, devenido
insignia de un arte tan antiguo como el hombre.
Rivero Walker deja un vacío
inconmensurable en la danza cubana en general, y muy especialmente en la
santiaguera, a la que se sumó en los años ochentas, cuando visionariamente
llegó a esta ciudad, le ofreció su corazón y aquí se quedó para siempre, junto
con las virtudes de jóvenes bailarines con quienes fundó la prestigiosa
Compañía Teatro de la Danza del Caribe.
Duele la partida de Rivero, cuando no hace ni un año me confesó: “Yo
llego a estos 75 años y ni me doy cuenta que he llegado. Simplemente sé que
estoy vivo, trabajando y siendo útil. Me parece que ahí está lo cardinal:
sentirse como yo: con mucho ánimo.”
En aquella ocasión le pregunté si tanto trabajo no lo agotaba y me
respondió que al contrario, que eso lo ayudaba; que hacía coreografías,
impartía clases y aunque ya no bailaba para el público sí lo hacía para los
alumnos e integrantes de la Compañía.
Su proverbial honestidad lo distinguía. Era exigente porque se exigía
así mismo hasta el máximo. Pero lo esencial es que llevó el arte de la danza
casi hasta la perfección. Y en esta hora triste solo reconforta saber que
quienes estuvieron con él en sus últimos años de trabajo seguirán la impronta
que tan nítidamente Eduardo Rivero Walker dejó en la cultura cubana en general
y en la danza contemporánea en particular.
UNA OBRA EN SÍNTESIS
Eduardo Rivero
Walker fue distinguido con el Premio
Nacional de Danza 2001, el más alto galardón que un bailarín puede recibir en
Cuba, en su especialidad. Fundó
COMPAÑÌA TEATRO DE LA
DANZA DEL CARIBE.
Vivía orgulloso el maestro Rivero de la Compañía Teatro de la Danza del
Caribe, que fundó en Santiago de Cuba en septiembre de 1988. Tanto empeño puso
en la agrupación hasta que la llevó a ser una de las más prestigiosas del país.
Las técnicas de la danza moderna y contemporánea son hoy el nutriente más distintivo de la creación de
“Teatro de la Danza del Caribe”, que además dispone de un variado repertorio,
con piezas antológicas propias y de coreógrafos de Jamaica, Barbados,
Argentina, Italia, Curazao, Estados Unidos…
De la mano de Eduardo Rivero Walker, la Compañía paseó por el mundo y se presentó
en la fundación de la
National Performing of Belize, el Festival Internacional de Ballet de La
Habana, la Jornada de la
Cultura Cubana en México, el Festival Internacional de Teatro de La Habana, el XI Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, España;
en la Jornada de la
Cultura Cubana en Portugal, el Festival Internacional Ibagué,
en Colombia; Jornada Internacional de
Cuba-Experiencia, en Paris, Francia; en el Festival de Danza Contemporánea de
Barranquilla, Colombia; el Festival de Teatro Latinoamericano Manizales, en Colombia;
en el Festival y Fórum Internacional, en
Belice; en la Gala Artística de la reunión del CARICOM Jamaica; el Festival Internacional de Danza, en Jamaica
y Surinam; en el Evento Internacional y Feria Mundial EXPO AGUA, en Zaragoza,
España; en la Bienal de Danza en Granada, en 2009; en el Espectáculo Estate al
Palco y Alma y Cuerpo para la Revolución, en Pontassieve y Florencia, Italia; en
los festivales del Caribe y en el Festival de Teatro Máscara de Caoba…
Por la trayectoria artística y laboral der la agrupación, el Sindicato
Nacional de los trabajadores de la
Cultura le confirió a “Teatro de la Danza del Caribe”, en
1998, la condición de Vanguardia Nacional y la Comisión Nacional de Evaluación le
otorgó el I Nivel dentro de la especialidad de Danza Moderna y Contemporánea,
éxitos todos en los que siempre estuvo la impronta de Rivero Walker.
OCUPA UN LUGAR ENTRE LO MÁS PROLÍFERO
El nombre de Eduardo Rivero
Walker es obligado dentro de la danza cubana. Obras como Súlkary, todo un clásico,
y Okantomí, Dúo a Lam, Tributo, Elogio de la Danza , Destellos, Ceremonial de la Danza… lo ubican entre los creadores más
prolíferos de Cuba.
El trabajo pedagógico del maestro Rivero Walker descansó también en una
labor académica y de formación de compañías como la National Performing
of Granada, Compañía de Danza Contemporánea Okantomí de Barcelona, España y la National Performing
de Belize.
Pero, además, Eduardo asesoró instituciones danzarias como la
Compañía Nacional de Danza de Guyana, la National Dance
Theatre Company y la National School of
Dance, ambas de Jamaica, y colaboró con la Compañía de Danza Contemporánea “Le Corail”, en
Martinica, además de impartir cursos internacionales de danza de verano en
Londres y Birmingham, Inglaterra; Belice, Inglaterra, Canadá, Jamaica y
Alemania.
Y junto a su Compañía participó en numerosos eventos relevantes en el
ámbito internacional. Era Profesor Titular Adjunto del Instituto Superior de
Arte.
DISTINCIONES OTORGADAS POR
EL ESTADO CUBANO
Por sus aportes relevantes al arte y la cultura nacionales Rivero Walker
recibió la Orden por la Cultura Nacional, la Medalla Raúl Gómez García, la Medalla
Alejo Carpentier, la Orden al Mérito, la Distinción José María Heredia, el Premio
Nacional de la Danza
2001, y la Orden Félix Varela de Primer Grado. Era considerado una Personalidad
de la Cultura Cubana
por ser precursor, entre otros, de la Escuela Cubana de Danza Moderna.
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